La noble amistad del discípulo para con su fundador

sao-joao-boscoPe. Aumir Scomparin, EP

Aristóteles, hablando sobre la amistad completa, muestra como ella reúne todos los elementos de una noble amistad. La describe así:

 

¿Son éstas, por lo demás, las afecciones y los sentimientos de la amistad ordinaria o sólo están reservadas a la amistad completa que se funda en la virtud? Todas las condiciones se encuentran reunidas en esta noble amistad. En primer lugar no se desea, vivir con otro amigo que no sea éste, puesto que lo útil, lo agradable y la virtud se encuentran reunidos en el hombre de bien. Además, queremos el bien para él, con preferencia a cualquiera otro, y deseamos vivir y vivir dichosos con él más que con ningún otro hombre[1].

 

Aplicando esta amistad a una orden religiosa, tanto entre sus miembros como en la relación discípulo-Fundador, veremos que el afecto que muestran sus integrantes entre sí, es una amistad completa fundada en la virtud. Sobre todo cuando la relación es vertical, o sea, de discípulo para fundador y viceversa.

 

La amistad con el Fundador, es una amistad completa y en ella se encuentran todas las condiciones para tener una noble amistad: el fundador, para una orden religiosa es como un padre, es un verdadero amigo al cual el discípulo quiere imitar para llegar a la perfección de la vocación a la que fue llamado. Él desea estar el mayor tiempo posible con su Fundador puesto que lo útil, lo agradable y la virtud se encuentran reunidas en ese hombre de bien que es su Fundador. El discípulo le desea el bien y quiere vivir dichoso con él más que con ningún otro hombre. Ve a sus hermanos de vocación como hijos de un mismo padre y existe entre ellos un amor entrañable. Cada uno ve en su hermano, un reflejo de su Fundador.

 

Podría objetarse que es imposible que exista una amistad de superior a inferior y viceversa, pero no es lo que ocurre en la realidad. La amistad existe tanto en la igualdad como en la desigualdad. Hay una amistad en la desigualdad, que es la misma que une al padre con el hijo, o al fundador con el discípulo. Afirma Aristóteles:

 

[…] hay una amistad, una relación, en la desigualdad, que es la que une al padre con el hijo, al soberano con el súbdito, al superior con el inferior, al marido con la mujer y, en general, que existe respecto de todos los seres entre quienes se da relación de superior a subordinado. Por lo demás, esta amistad en la desigualdad es en estos casos completamente conforme a la razón. Si hay algún bien que repartir, no se dará una parte, igual al mejor y al peor, sino que se dará siempre más al ser superior. Esto es lo que se llama igualdad de relación, igualdad proporcional, porque el inferior, recibiendo una parte menos buena, es igual, puede decirse, al superior que recibe una mejor que la de aquel.

 

De todas las especies de amistad o de amor de que se ha hablado hasta ahora, la más tierna es la que resulta de los lazos de la sangre, particularmente el amor del padre para el hijo[2].

 

Pero el amor del Fundador siempre será mayor que el de su discípulo, porque sus discípulos son sus obras y la persona guarda una mayor benevolencia para lo que es suyo. Así lo explica Aristóteles:

 

El padre, pues, en cierta manera, obra más en punto a amar, porque el hijo es obra suya. Esto es lo mismo que se observa en otras muchas cosas; siempre es uno benévolo con la obra que uno mismo ha ejecutado. El padre puede decirse que es benévolo con un hijo, que es obra suya, y su cariño es sostenido a la vez por el recuerdo y por la esperanza, y he aquí por qué el padre ama más a su hijo que el hijo al padre[3]. 

 

SCOMPARIN, Aumir. LA AMISTAD. Universidad Pontificia Bolivariana – Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades. Licenciatura Canónica en Filosofía. Medellín, 2009. p. 51-53


[1] ARISTÓTELES, La gran moral, p. 95. L. II, cap. 13.

[2] Ibid., p. 98.  L. II, cap. 13.

[3] Ibid.

EL SILENCIO, UN VALOR OLVIDADO

caminhoPe. Hamilton Naville, EP

 

El silencio, en varias ocasiones, es presentado como un medio de aislamiento. Las reservas del silencio han sido invadidas y agotadas. El hombre globalizado está en crisis, y por lo tanto tiene necesidad de procurar en sí mismo la respuesta  positiva para tantos males que lo rodean.

 

Uno de esos males es la falta de silencio. Silencio exterior, y silencio interior. El frenesí, la exigencia (“time is money”) de la velocidad vertiginosa para el trabajo y hasta para los escasos tiempos de descanso, arrastran al hombre a un estado de tensión en la cual se debe apuntar como importante la falta del silencio.  Y con la falta de silencio, la falta del recogimiento, indispensable para pensar y para analizar y discernir.

Nuestro tiempo está carente de recogimiento. Así, se expresa  Michele Federico Sciacca: “Nuestra época ruidosa carece de armonía, de silencios, de sonidos. Pobre de “palabras” y rica de “voces”[1].

 

Por otro lado, es un tiempo atosigado por el ruido. La estridencia sonora es la característica de la música, de las máquinas que operan en los espacios públicos y privados de los medios de comunicación social y el  ritmo de vida moderna cada vez más remite el ser humano al exterior por la dispersión y la superficialidad.

 

En lo que Marshall Mac Luhan llamó “la aldea global”,  todos quieren hablar, y hablar al mismo tiempo. Las voces se entrecruzan y nadie escucha al otro. Y lo que es peor nadie se escucha a sí mismo. Es en el silencio interior que el hombre se encuentra a sí y el universo que lo rodea, piensa ordenadamente, y busca solución a sus males y encuentra cuáles son los verdaderos bienes – por contraposición a determinados “bienes” instantáneos y pasajeros que son auténticos males, y que aumentan su angustia.

 

Levantó este tema, no hace mucho, la película alemana “Die Grosse Stille” (El Gran Silencio), del director Philip Gröning, filmado dentro de la célebre cartuja de Grénoble (Francia) llamada “La Gran Cartuja”. Se trata de un documental de 165 minutos (¡casi tres horas!) en el cual reina el silencio. Sólo  se oye una u otra vez la música del canto gregoriano que los monjes utilizan para la oración,  la campana de convento, que señala las diversas actividades diarias, el llamado a la oración y al trabajo y  los pequeños decibelios de los sonidos agradables de la vida cotidiana de los monjes.

Objetaríamos que ese filme, con la búsqueda del bullicio contemporáneo,  estaría destinado al fracaso, pero no. Comenta la periodista  Sara Martín del  diario La Razón:

 

Alguien podría pensar que este filme-documentario estaba condenado a pasar desapercibido al gran público, aparentemente ansioso por thrillers de acción y suspenso, y poco interesado en una película que transborda paz y tranquilidad por los cuatros costados. Pero no fue así. “El Gran Silencio” fue un suceso de taquilla en Alemania, donde superó a Harry Potter, y  en Italia[2].

 

 

La Academia de Cine Europeo atribuyó el 1er. Premio en la Categoría  Documental, afirmando que hubo “capacidad de narrar la mística y nuestra necesidad de calma y silencio, en contraste con la vida moderna”[3].

 

Este suceso es porque el silencio  atrae y fascina al hombre, pero al mismo tiempo por causa de la constante velocidad en que vive el mundo globalizado, el hombre moderno tiene verdadera repulsa a ese recogimiento interior.

La abundancia de ruido y la escasez de silencio trae no pocos problemas para la salud, que a su vez, impactan el equilibro psíquico y en la falta de paz de alma.

 

NAVILLE, Hamilton. El silencio que habla. Universidad Pontificia Bolivariana – Escuela de Teologia, Filosofia y Humanidades. Licenciatura Canónica em Filosofia. Medellin, 2009. p. 18-19



[1] SCIACCA, Michael Frederico. El silencio y la palabra. Barcelona: Miracle, 1961. p. 115.

[2] ACIDIGITAL. El gran silencio. [En línea]. <Disponible en: http://www.acidigital.com/noticia.php?id=8324> [Consulta: 14 Abr. 2009].

[3] HERALDOS DEL EVANGELIO. Filme sobre la vida de los cartujos: mejor noticiero de 2006. En: Heraldos del Evangelio.  San Pablo.  No. 61 (Nov., 2007); p. 24-25.

 

A sacralidade do sacerdote

sacerMons. João Clá Dias, EP

Um elemento conexo ao bom exemplo é a proporcionada respeitabilidade da qual deve cercar-se o ministro de Deus — não só pelo comportamento inatacável, mas também pela postura, pelo modo de ser e pelo traje — para que sua atuação exerça mais influência na alma dos fiéis.

Com efeito, mesmo em nossos dias, a experiência cotidiana nos revela como é impressionante a admiração devotada ao religioso ou sacerdote que se apresenta como tal. Essa respeitabilidade, que a uns pode parecer artificialidade, acaba sendo um valioso auxílio para o próprio ministro, pois contribui para ele ter sempre presente em seu espírito a alta dignidade de que foi investido, a qual imprimiu caráter em sua alma, por toda a eternidade. Além de ser, ao mesmo tempo, uma salutar proteção contra incontáveis seduções do mundo.

Não obstante serem necessárias essas atitudes externas, assim como os cuidados razoáveis para preservar a imagem venerável do sacerdote aos olhos dos fiéis, nada contribui tanto para tal como a autêntica santidade de vida. Santidade cuja fonte o sacerdote encontra principalmente na Celebração Eucarística.

CLÁ DIAS, João. A Santidade do sacerdote à luz de São Tomás de Aquino. in: LUMEN VERITATIS. São Paulo: Associação Colégio Arautos do Evangelho. n. 8, jul-set 2009. p. 15-16.

A ETERNA BEM-AVENTURANÇA

bem-aventurancaChn. Louis Bremond, “Le Ciel, ses joies et ses splendeurs”, P. Lethielleux, Lib.‑Éditeur, Paris,

 

 

 1925, pp. 2‑4‑5‑10‑13‑18‑20.

A bem‑aventurança requer não somente a visão mas a posse do fim e o gozo que tem como conseqüência o repouso do amante no objeto amado

“O coração do homem foi ferido, desde sua origem, por um golpe que partiu do Infinito. Ninguém poderá curar essa ferida senão Aquele que a fez”. (Mgr d’Hulst, Mélanges philosophiques, p. 288)

Por isso Davi exclamava: “Quando vossa glória manifestar‑se a mim, Senhor, aí serei satisfeito”. (Ps. XV, 15)

“Deus é o fim de seu ato criador, diz São Tomás, por ser Ele o princípio. Porque Sua qualidade de fim não significa outra coisa senão o ser até o fim o princípio da criatura comunicando‑lhe, também até o fim, Sua própria bondade”. (P.I, q.12, a.1 Cf. Somme philosophique, I. III. c.17)

“O fim último do homem satisfaz de tal maneira seus desejos naturais, que ele deixa de procurar qualquer outra coisa a partir do momento em que o possua, porque, se ainda resta no homem algum movimento para outro objeto, este movimento é uma prova de que não possui ainda a finalidade na qual deve encontrar o repouso”. ( Somme philosophique, livre III, ch 48)

O pensamento de São Tomás ainda se desenvolve mais na Suma Teológica:

“A bem‑aventurança requer não somente a visão que é o conhecimento perfeito do fim último e inteligível, mas ainda, a posse que se relaciona à presença deste fim e o gozo que tem como conseqüência o repouso do amante no objeto amado”. (Somme Théologique, I‑II, q.4. a.3)

E Suarez diz que “a perfeição total da bem‑aventurança” está nessa percepção da essência divina”, que “é a principal e mais perfeita operação da alma” (Suarez, De Beat., disp. 7)


Como surpreender‑nos que Santo Agostinho diga que a bem‑aventurança é “a plenitude superabundante de tudo aquilo que é desejável”, “a reunião de todos os bens”, como diz Boécio, e, como acrescenta São Tomás: “o bem perfeito que dá a todos os nossos desejos sua plena e inteira satisfação”? (S.Aug., De Civitate Dei, lib. XIX, cap I; Boèce, de Consolatione philosophiae, lib. III, pros. 2; S. Thomas, I‑II, q.2, a. 8)

Tudo isso fazia São Gregório Magno exclamar:

“Qual é o espírito capaz de conceber a sublimidade das alegrias celestes? Assistir aos coros dos Anjos, glorificar ao Criador na companhia dos Santos, contemplar diretamente a face de Deus, ver a luz infinita, estar ao abrigo da morte, rejubilar‑se para todo o sempre com o dom da incorruptibilidade!

A alma queima de ardor por estes bens apenas ao conhecê‑los e desejaria já estar no lugar onde anseia desfrutar de uma felicidade eterna”. (Hom. XXXVII sur l’Évangile)

PSICOLOGÍA DEL ALMA SEPARADA

TEOLOGIA DE LA SALVACION

P. FR. ANTONIO ROYO MARIN, O. P.morte-sao-romualdo

 

 

    I. EL ESTADO DEL ALMA SEPARADA

 

133. Ante todo hay que partir del supuesto de que la unión del cuerpo con el alma es plenamente conforme a la naturaleza. Substancias incompletas como son, se ordenan la una a la otra para constituir el ser completo o persona humana. Ello quiere decir que el estado de separación es, en cierto modo, violento para el alma, único elemento que subsiste vitalmente después de la separación. Si es contrario a la naturaleza cualquier mutilación del cuerpo humano, y nos causa, por lo mismo, una dolorosa impresión ver a un hombre privado de sus brazos o sus piernas, es evidente que mucho más contrario a la naturaleza humana es que el cuerpo entero se arranque y separe de su alma; por eso la vista de un cadáver nos causa siempre, instintivamente, un sentimiento de espanto y de dolor.

Sin embargo, en algún sentido, el alma es más libre y perfecta al quedar desembarazada de la pesadez de la materia, que impide o dificulta muchas veces su vuelo intelectual. En este sentido, y recogiendo todos estos principios, podemos estabelecer la siguiente

 

Conclusión: El alma en estado de separación es más perfecta en algún sentido y menos perfecta en otros.

 

1) ES MÁS PERFECTA. ‑ Porque separada del cuerpo:

a) Conserva tan sólo en su raíz (radicaliter) las potencias sensitivas, vegetativas y locomotivas. Luego no se distrae con su ejercicio ni consume su energía atendiéndolas.

b) Adquiere el modo de existir de los espíritus puros. Pero, como el modo de ser importa el modo de obrar, el alma separada entiende y ama al modo de los espíritus, que es, de suyo, más perfecto. Por eso dice Santo Tomás que el alma separada es “en cierto modo más libre, en cuanto que la pesadez y ocupación del cuerpo no le impide la pureza de su entender” (I,89,2 ad I).

 

2) ES MÁS IMPERFECTA. ‑ Porque este estado de separación incluye ciertas imperfecciones con relación a la naturaleza del alma, ya que al alma le competen naturalmente tres cosas principales, de las que se ve desposeída en el estado de separación:

a) La unión con su cuerpo, para el que tiene intrínseca proporción y apetito natural.

b) La conversión a los fantasmas de la imaginación, con los que puede entender mejor y más claramente que con la especies infusas, que son demasiado elevadas para ella (cf. I,89,I).

c) El conocimiento sensible de las cosas corpóreas, que en el estado de separación no puede conocer sino de una manera puramente espiritual.

De esto principios se deduce claramente que el estado de separación no puede considerarse más perfecto desde todos los puntos de vista; de lo contrario, la unión del alma con el cuerpo no podría llamarse natural. Sin embargo, el estado de separación tampoco puede llamarse antinatural o enteramente contrario a la naturaleza del alma ‑ ya que, de suyo ella tiene vida independiente del cuerpo y puede sin él desplegar sus actividade propias ‑, sino únicamente menos natural[1].


[1]  1 Cf. FARGES, Philosophia scholastica (París 1934): Psychologia, n.247.

A cultura levada à plenitude pelo Evangelho

Diác. José Victorino de Andrade, EP

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  O Evangelho assumiu desde sempre um papel fundamental na cultural ocidental. Entende-se aqui por cultura no seu sentido mais elevado, que na Grécia parecia chamar-se paideia, no sentido de educação, aquilo que plasma aos homens um modo de pensar, sentir e agir. É neste âmbito que se insere o Evangelho, modelando a sociedade, ou seja, o ser humano, enquanto participe de uma comunidade – o que é inerente à cultura – identificando-se desta forma na formação coletiva que revela modos de vida criados, adquiridos e transmitidos de uma geração para a outra. As almas impregnadas do espírito verdadeiramente cristão e do mandamento novo trazido por Cristo foram desde sempre especialmente chamadas a ser exemplo na construção de uma sociedade mais justa e próspera É inegável que encontramos estas frondosas raízes na sociedade Européia e nos países por ela evangelizados e que devem o que são hoje – sua cultura – a valores e conceitos indeléveis e que lhes foram oferecidos pelo catolicismo. Apesar das múltiplas tentativas de hoje em desassociar a cultura hodierna do fenômeno religioso, eis que o mundo ocidental parece voltar a ser terra de evangelização e os fiéis leigos têm de assumir um papel preponderante e fundamental na consecratio mundi, através da cultura, conforme a exortação Christifidelis Laici:

 

Perante o progresso de uma cultura que aparece divorciada não só da fé cristã mas até dos próprios valores humanos, bem como perante uma certa cultura científica e tecnológica incapaz de dar resposta à premente procura de verdade e de bem que arde no coração dos homens, a Igreja tem plena consciência da urgência pastoral de se dar à cultura uma atenção toda especial. Por isso, a Igreja pede aos fiéis leigos que estejam presentes, em nome da coragem e da criatividade intelectual, nos lugares privilegiados da cultura, como são o mundo da escola e da universidade, os ambientes da investigação científica e técnica, os lugares da criação artística e da reflexão humanística. Tal presença tem como finalidade não só o reconhecimento e a eventual purificação dos elementos da cultura existente, criticamente avaliados, mas também a sua elevação, graças ao contributo das originais riquezas do Evangelho e da fé cristã (n. 44).

 

            Desta forma, o Evangelho e a tradição cristã pode e deve oferecer aos homens de hoje um enriquecimento impar, que marque o campo da cultura, do ensino e das artes, entre tantos outros, de tal forma que possa levar aos homens um testemunho d’Aquele que é a Bondade, a Verdade, e a Beleza. E neste contributo deve empenhar-se todo o cristão.

 

VICTORINO DE ANDRADE, José. A Igreja e o Verdadeiro Progresso: Sacralização e Pleno Desenvolvimento no mundo contemporâneo. 17 f. Trabalho (Mestrado em Teologia Moral) – UPB, 2009. p. 12.

 

Os Sete Gozos de Nossa Senhora no Paraíso por São João Eudes

(“La infancia admirable de la Santísima Madre de Dios”

La Editorial Viscaina, Bilbao, 1935, pp. 112‑114.)

 

 

Todos conhecem os Sete Gozos de Nossa Senhora. De acordo com São João Eudes, existem também outros Sete Gozos principais, que Ela desfruta no Paraíso,600x800-nazare e que são:

O primeiro, o gozo que tem ao ver‑se tão elevada na glória e tão próxima do trono da Santíssima Trindade, que só Deus está acima dEla, e tudo que não é Deus está debaixo de seus pés;

O segundo, aquele que só pela sua virgindade possui uma coroa mais rica e mais preciosa do que todas as coroas dos habitantes do Céu;

O terceiro, por ser o segundo sol do paraíso, que enche de gozo so coros todos dos anjos e dos santos;

O quarto, porque todos os cidadãos da celestial Jerusalém louvam‑nA e honram‑nA incessantemente como a sua rainha e como a Mãe de seu Redentor;

O quinto, por haver‑Lhe Deus dado um poder absoluto no céu e na terra e sobre todas as criaturas;

O sexto, porque lhe deu um poder especial de bendizer, proteger e favorecer de todas as maneiras os que lhe têm particular devoção;

O sétimo, porque todos estes gozos, não diminuirão jamais, antes, sempre crescerão até o dia do juízo e serão eternos”.

La belleza favorece las buenas disposiciones de alma

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in www.cathedrale-reims.com

 

Paulo Francisco Martos

 

Uno de los mayores males del mundo actual es la depresión que, entre otras cosas produce tristeza. Y la difusión de lo feo es el caldo de cultivo apropiado para provocar tristeza, perjudicando así a una humanidad que tiende cada vez más para el desánimo y la depresión. Por el contrario, la belleza favorece las buenas disposiciones de alma, otorgando alegría y gusto de vivir. Los medievales – procurando siempre la belleza en sus modos de pensar, querer, sentir y actuar – eran alegres.

 

 

A las manifestaciones artísticas de la alegría, Bruyne llama de optimismo estético, que se expresa sobretodo en las catedrales. Ejemplo característico de esta alegría la encontramos en la escultura conocida como el “Ángel de la sonrisa”, colocada en la fachada de la catedral de Reims (Francia).

 

FRANCISCO MARTOS, Paulo. Pedagogía de la belleza – Visión del universo: un modo de ser. Maestría en Ciencias de la Educación. Universidad Metropolitana de Asunción. Paraguay, 2009. p. 98.

“Catecismo” do escrupuloso

1) O escrúpulo é uma doença física e moral, que produz uma espécie de loucura na consciência da pessoa e lhe faz recear, por motivos fúteis, ter ofendido a Deus.

2) O escrúpulo não traz nenhuma vantagem para a pessoa.

3) Suas 4 principais desvantagens são:

– os escrúpulos desequilibram gradualmente o sistema nervoso;

– cegam o espírito e falseiam o juízo (julgamento das coisas);

– causam falta de devoção verdadeira, aumentando o egoísmo;

– desanimam a prática da virtude.

4) Quatro matérias sobre as quais costuma haver escrúpulos:

– tornar a confessar pecados passados;

– maus pensamentos contra a pureza;

– comunhão (dúvida se pode comungar ou não);

– orações (se rezou direito, se pronunciou errado, se “valeu” ou não).

5) Os escrúpulos provém:

a) de causas naturais: propensão para o desequilíbrio nervoso, tendência a depressão (“baixa”), falta de energia no organismo.

b) de causas morais: orgulho (desejar ser isento de pecados por amor-próprio), desobediência às orientações de um bom confessor, egoísmo, detalhismo, preguiça de consultar um bom diretor espiritual e de estudar a Doutrina Católica para formar a própria consciência, obstinação (achar que sua opinião é que vale, não dar atenção às orientações); deixar-se levar pelas impressões e não pela razão; falta de força de vontade.

c) de causas preternaturais: o demônio também pode estimular os escrúpulos, se assim lhe for mais fácil perturbar a pessoa.

d) de causas sobrenaturais: Deus permite que a pessoa fique escrupulosa e sofra com isso, para ajudá-la a querer combater as causas do escrúpulo: o orgulho, o egoísmo, a preguiça, etc.

6) Os graus dos escrúpulos são 3: leves; passageiros; graves ou persistentes.

7) A diferença entre a consciência delicada e a consciência escrupulosa está no ponto de partida: uma pessoa tem consciência delicada por amor de Deus; uma pessoa é escrupulosa por amor de si mesmo, por orgulho e egoísmo. A consciência delicada aceita as orientações. O escrupuloso não aceita, preferindo suas próprias idéias ou opiniões.

8) O único remédio prático para o escrúpulo é a obediência cega a um bom confessor/diretor espiritual. Note-se que não é o escrupuloso que vai julgar se o confessor é bom ou não. Ele deve basear-se na opinião geral de outros bons e autênticos católicos, que lhe indicarão qual confessor procurar.

9) O penitente será tratado por um bom confessor com bondade e firmeza. Ele lhe mostrará dedicação, paciência, mas será inflexível em exigir o cumprimento das orientações que der.

10) O princípio geral que deve nortear a consciência do escrupuloso é a evidência. Só há pecado mortal se é evidente que há pecado mortal, se a pessoa pode jurar por Deus que há pecado mortal. (Note-se que jurar sem ter certeza seria pecado mortal).

11) A freqüência das confissões do escrupuloso é determinada pelo confessor. Em geral, e se não há pecado mortal evidente, só uma vez por mês.

12) O escrupuloso não deve nunca examinar as confissões que fez, pois isso o precipita num círculo vicioso de novos escrúpulos. Deve guiar-se pelas orientações do bom confessor e ficar em paz..

13) O escrupuloso não deve julgar as determinações do (bom) confessor. Deve obedecê-las cegamente pois é o único remédio para ele se curar do escrúpulo. Relembre-se que ele também não deve julgar se o confessor é bom ou não (coisa muito freqüente nos escrupulosos) mas basear-se na opinião de outros bons católicos. E tratar de permanecer com o mesmo confessor, sem procurar outros que lhe permitam, por inadvertência, dar desenvolvimento a seus escrúpulos.

14) O escrupuloso nunca pode discordar ou discutir as determinações do bom confessor. Deve abrir-se com ele com sinceridade e obedecer-lhe em tudo. Se ele mandar comungar diariamente, comunga. Se mandar confessar só uma vez por mês, obedece, etc.

15) Para um pecado ser perdoado basta confessá-lo e receber a absolvição apenas uma vez, com as boas disposições habituais (verdadeiro arrependimento, declarando as condições agravantes e/ou que mudem a natureza do pecado, se houver, e com propósito de emenda).

16) Os pecados que devem ser confessados são:

– os pecados certamente mortais;

– os pecados certamente cometidos;

– os pecados certamente não confessados.

Se não houver uma dessas 3 condições, o escrupuloso, como regra geral, não deve confessá-los.

17) Quando está em dúvida, o escrupuloso pode e deve comungar (exceto se o confessor orientar o contrário).

18) Em dúvida (se cometeu pecado mortal ou não), o escrupuloso não deve confessar.

19) O “privilégio dos escrupulosos” consiste em fazer uma acusação dos pecados muito simplificada: “Acuso-me de todos os pecados cometidos desde a minha última confissão e de todos os da minha vida passada”[1]. O confessor saberá quando permitir ou mesmo exigir o uso desse privilégio. A decisão é exclusivamente do confessor. A Igreja o permite por misericórdia, para os casos em que o escrúpulo é muito intenso.

20) O objetivo do demônio ao estimular os escrúpulos é deformar a vida espiritual da pessoa, roubar-lhe a paz interior, desanimá-la, fazê-la desesperar da Salvação e acabar fazendo-a entregar-se aos vícios e pecados, “já que está perdida mesmo”. É por isso que muitos escrupulosos acabaram tornando-se depois pecadores desbragados.

21) O escrupuloso não deve fazer exame de consciência sobre matéria de escrúpulos. Por exemplo: não deve ficar pensando se consentiu ou não em tal mau pensamento, ou em tal mau olhar, porque vai se lembrar deles, e as más idéias voltarão a atormentá-lo.

22) O ponto sobre o qual o escrupuloso deve fazer exame de consciência é aquele que o bom confessor lhe indicar. Varia de pessoa para pessoa. Em geral, será sobre seu vício capital, que no caso do escrupuloso costuma ser o orgulho e/ou o egoísmo.

23) O escrupuloso tem escrúpulos sobre certas matérias e sobre outras não porque ele é escrupuloso por egoísmo. Por exemplo: ele fica preocupado se consentiu num mau pensamento, porque pode condenar a sua “alminha”. Mas pode não ter escrúpulos em desorganizar uma sala, porque não é ele quem vai ter de arrumá-la depois; ou pode não lhe pesar na consciência pegar mais alimentos para si em prejuízo de outros, e assim por diante.

24) O escrupuloso não tem noção clara sobre seu estado. Pode tender a negá-lo, ou pode tender a impacientar-se consigo mesmo e desanimar. Quanto às suas dúvidas, a única pessoa que pode lhe orientar com segurança é o seu diretor espiritual.

25) Conselho do Prof. Corrêa de Oliveira para o escrupuloso:

“Com o escrúpulo a gente faz como o homem puro em relação à mulher impura: não olha para ela, não lhe responde nada, interior e exteriormente faz como se ela não existisse”.       Ou seja, não dar nenhuma atenção aos pensamentos escrupulosos.

26) Tentação é a inclinação para cometer um pecado. Pecado é uma ofensa feita a Deus pela violação advertida e voluntária de Seus Mandamentos, ou dos da Sua Igreja.

27) Teoricamente, uma tentação pode ter duração indefinida sem se transformar em pecado, desde que a pessoa não dê pleno consentimento, não tenha plena advertência, nem deixe de tomar as providências necessárias para fazê-las cessar.

28) As 3 condições sem as quais não há pecado mortal são: 1) Matéria grave, 2) Plena advertência “pre-factum” (dar-se conta de que está sendo tentado para um pecado mortal, antes de cometê-lo), 3) Pleno consentimento (apesar de saber que é mortal, praticá-lo).

29) Sob tentação a pessoa deve:

Primeiramente rezar, pedindo graças para vencer à tentação, permanecer no estado de graça e na paz de espírito. Servir-se, com calma e discrição, de Água Benta, de uma relíquia ou de algum objeto bento. Praticar a oração mental, lembrando-se dos Novíssimos, do amor e dos sofrimentos de Nosso Senhor Jesus Cristo por nós e de outros temas piedosos.

Em segundo lugar, afastar-se prontamente do que lhe provoca a tentação, por meio da distância física se for o caso, e da distância psíquica, ocupando a atenção com uma conversação, trabalho ou distração sadia e, se possível, santificante.

Em terceiro lugar, cessada a tentação, procurar conhecer-se melhor de modo a evitar que as circunstâncias que o levaram à tentação se repitam. Aqui se incluem o evitar com diligência as ocasiões próximas, o exame de consciência, a guarda do coração e o revigoramento da vida interior. É o que o Padre Tissot chamava de “a arte de utilizar as próprias faltas”.

30 – O principal remédio para os escrúpulos, tentações e demais problemas da vida espiritual é o amor de Deus, que na linguagem prática se traduz pelo entusiasmo com que a pessoa se entrega à admiração dos reflexos de Deus na Criação, e ao serviço de Deus através do serviço da Igreja, da Civilização Cristã, e do próximo em suas necessidades espirituais e materiais.

 

Bibliografia

Esta compilação foi baseada em fontes diversas, dentre elas: Ad. Tanquerey, Compêndio de Teologia Ascética e Mística, Edições do Apostolado da Imprensa, Porto, 1932. M. Hamon, Meditações para todos os dias do ano, Lello e Irmão Editores, Porto, 1940. Padre Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas, Editorial Testimonio de Autores Catolicos Escogidos S.A., Madrid, 1985. Padre Joseph Tissot, A Arte de Aproveitar as Próprias Faltas, Quadrante, São Paulo, 1995.

[1] (Cfr. Ad. Tanquerey, Compêndio de Teologia Ascética e Mística, item 949, d., cap V, pág. 598 da 2ª edição portuguesa, Porto, 1932)


Quereríamos que Deus fizesse tudo em nós, e nos desse a vitória sem que isso nos custasse nenhum esforço; erro pernicioso, pretensão injusta, causa comum do desânimo

desanimoDirá uma dessas almas que se queixam de não serem atendidas: Eu ficaria satisfeita se sentisse os efeitos dessa Providência misericordiosa: mas não vejo que Deus me torne mais fiel aos meus deveres.

Para esclarecer esta dificuldade, consultemos os princípios da Religião, que devem dirigir os nossos juízos; andemos à luz da Fé, que deve iluminar-nos; e vereis que, se não sois fiel aos vossos deveres, não é Deus que falta a vós, sois vós que faltais a Deus.

Consoante a Religião, Deus não faz sozinho o bem em nós. Ele vos criou sem vós, mas não quis salvar-vos sem vós. Quis que, pela escolha livre da vossa vontade, o preferísseis a tudo. Pôs, portanto, diante de vós o bem e o mal, a vida e a morte, e disse-vos: Tomai o que quiserdes. Para vos determinar ao bem, dá-vos mil luzes, que vos apresentam os motivos disto: o amor, a gratidão, a recompensa; excita em vós mil sentimentos que vos fazem amar esse bem, que vos afeiçoa a ele. Assim vos previne Ele por Suas graças: apresenta-vos o Seu socorro para vos ajudar na ação. Eis aí o que Deus vos prometeu e o que faz. Para corresponder a isso, bem longe de vos desviardes desses motivos, desses sentimentos (coisa que ordinariamente fazeis para não vos constrangerdes), deveis ocupar-vos deles, compenetrar-vos deles, aprofundá-los, e, dócil à voz do Espírito Santo, fazer-nos violência para seguir as suas inspirações, visto que sem isso não se faz o bem nem se chega ao Céu.

Pergunto-vos: teríeis motivo de vos queixar de um amigo que vos tivesse dado os conselhos mais seguros para vos fazer evitar uma desgraça, se não houvésseis querido escutá-lo pelo fato de vos custar algum incômodo o segui-lo? e não se diria, com razão, que nesse caso a vossa perdição só vem de vós mesmo?

Eis aqui o que vemos todos os dias. Uma alma teme a pena que experimenta em combater as suas inclinações: pede a Deus ser livrada dela; mas com a condição de que Deus faça tudo, e de que isso nada custe a ela. Pretende ela o milagre operado em S. Paulo. Ouvimo-la dizer: Se essa inclinação desagrada a Deus, por que então Ele não ma tira? Ele não é o Senhor? Por que não susta os sentimentos do meu coração? Ele transformou outros de chofre. Enquanto aguarda esse milagre, ela nada faz para seguir a voz de Deus e para se tornar melhor. Compreendeis que semelhante disposição não é própria para atrair sobre essa alma as misericórdias de Deus.

Quem quer servir a Deus sem fazer violência a si mesmo contradiz a palavra de Jesus Cristo. Quem só quer servi-lO sob condição de um milagre, disparata, e não merece ser escutado.

Outras pessoas não incidem nessa ridícula presunção: o que as detém na prática das virtudes é que elas ficam tão fortemente perturbadas com as suas penas, tão fortemente persuadidas de que, nesse estado, nada podem fazer de bem, que só pensam nisto: toda a sua ocupação interior gira em torno disto. Absorta nessa pena, a sua alma não sabe pedir a Deus nenhuma outra coisa senão o ser livrada dela. Elas não ousam apegar-se às luzes e aos bons sentimentos que Deus lhes dá, porque, não achando neles essas graças que elas pretendem a todo custo, que elas pedem com obstinação, receiam ser iludidas. Tornam, assim, inúteis as graças que recebem, ou pela sua desatenção ou pela sua resistência. Se aproveitassem delas, embora elas não sejam o objeto das suas preces, em breve alcançariam o que desejam, e o que não podem lisonjear-se de obter enquanto resistirem a Deus.

Estudemos os desígnios da Providência de Deus e a economia das suas graças, e veremos claramente a armadilha em que a tentação faz cair essas almas a quem o erro, junto à infidelidade, faz incidir no desânimo.

Obra póstuma do Padre J. Michel, S.J.; “Tratado do Desânimo nas vias da Piedade”, Popular de Formação Espiritual, vol XXIX, Editora Vozes, Petrópolis-RJ, 1952. Cap. XIII.