Pe. José Francisco Hernández Medina, E.P.
Son numerosas las obras publicadas sobre la visión médica de Santa Hildegarda[1].
La nota que caracteriza estos comentaristas es el hecho de que Santa Hildergarda tenía conocimientos físicos, médicos, además de los teológicos, en parte por sus viajes y observaciones personales; pero que eso no explica todo lo que escribe en sus obras, pues ello obedece también a otros factores, como son las revelaciones.
Sus dos tratados de medicina «sutil» – los únicos escritos en el occidente cristiano en el siglo XII – se consideran todavía hoy un hito en la materia. Es de destacar, a su vez, el gran interés que han suscitado, sobre todo en los últimos siglos, su conocimiento sobre la medicina homeopática[2]. Son frecuentes, en sus obras, las descripciones de las cualidades de los objetos naturales, en función del cuerpo, de la salud y de la enfermedad y su relación con la unidad del cuerpo y del alma.
Abundan, en sus obras, recetas, regimenes alimenticios y prescripciones que no se duda en calificar de «modernas». Ella busca en todo el equilibrio como factor de salud para el hombre. Conociendo su interrelación, no separa los estados anímicos de los males culturales, trabajando ambos, al cuidar de un enfermo. Así, por ejemplo, busca en las plantas la solución para la melancolía, que según ella proviene de la bilis negra. Y así con otras enfermedades. Para solucionar el mal de esta bilis mal eliminada, prescribe regimenes alimenticios específicos. El uso de la rosa con la salvia, por ejemplo, es una de sus medicinas más eficaces.
El crecimiento humano necesita de la belleza y la armonía interiores; para la abadesa, el estado natural del hombre es la salud, sólo quebrantada por el pecado[3]. La alimentación, según ella, debe de agradar al hombre, por la relación entre cuerpo y alma; y, por ello, su relación con la salud. Algunas instituciones actuales utilizan la medicina de Santa Hildergarda para su producción. Es el caso de la denominada Amigos de Hildegarda en Suiza, Alemania, Austria, Indiana (EE.UU.).
Puede decirse, en efecto, que desde el punto de vista médico, alimenticio, y del medio ambiente, Hildergarda nos hace apreciar las virtudes ignoradas de lo que nos rodea: plantas, animales, hierbas, bosques. […] Los ecologistas deberían interesarse en su visión. Ella parece llevarnos de la mano a través de las inmensas reservas de la naturaleza para que aprendamos a discernir lo que, de entrada, escapa a nuestros sentidos. Por lo demás, el valor sutil, a los ojos de Hildergarda, es el valor curativo, bienhechor, que pueden tener para el hombre las plantas, los frutos, los animales, los peces, etc.[4].
HERNÁNDEZ MEDINA, José Francisco. Santa Hildergarda: Ejemplo sublime de armonia entre fe y ciencia. Universidad Gregoriana – Departamento de Teología Fundamental. Roma, 2008. p. 10.
[1] M. Daniel. Sainte Hildegarde, une médecine tombée du ciel. T. I, La Prévention; Les Remèdes. Paris/Fribourg: Saint-Paul, 1991-1992. Hertzka, Gottfried; Strehlow, Wighard. Manuel de la médecine de sainte Hildegarde. Ed. Résiac.
[2] Cf. Régine, Pernoud, Hildegarde de Bingen…, 117-131.
[3] Cf. Régine, Pernoud, , Hildegarde de Bingen…
[4] Cf. Régine, Pernoud, , Hildegarde de Bingen…, 121-122.