Il vero “documento” della Risurrezione di Cristo

Dom Mauro Piacenza - Secretário da Congregação para o Clero

Dom Mauro Piacenza

«Il Signore Gesù Cristo, che il Padre ha consacrato il Spirito Santo e potenza sia sempre con te per la santificazione del Suo popolo e per l’offerta del sacrificio eucaristico»; «Ricevi le offerte del popolo santo per il sacrificio eucaristico. Renditi conto di ciò che farai, vivi il mistero che è posto nelle tue mani e sii imitatore di Cristo immolato per noi».

  (Pontificale Romanum. De Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum,

editio typica altera , Typis Polyglottis Vaticanis 1990)

 

Dal Vaticano, 27 marzo 2010

 

 Carissimi Confratelli nel Sacerdozio,

In questi giorni pasquali rivivremo il Mistero della nostra Redenzione e compiremo gesti e pronunceremo parole che si collocano davvero al cuore della nostra esistenza sacerdotale. Rivivremo, il Venerdì Santo, il gesto umile e profetico della prostrazione, identico a quello vissuto il giorno della nostra Ordinazione; avremo l’occasione, così, di accogliere, nel Santo Triduo, i doni di grazia rinnovati, mendicando dalla Provvidenza Divina di poter portare frutti abbondanti per noi e per la Salvezza del mondo.

Come ci ricorda la formula dell’unzione crismale, siamo investiti della medesima potenza di Cristo, di quella potestas con la quale il Padre ha consacrato il Suo unico Figlio nello Spirito Santo, e che ci è data con l’esplicito fine di santificare il Suo Popolo e di offrire il Sacrificio Eucaristico. Ogni altro utilizzo della potestà sacramentale ricevuta dall’Ordine Sacro è illegittimo e pericoloso, sia per la nostra salvezza personale, sia per il bene stesso della Chiesa.

Non a caso il rito, quasi nella coscienza della sproporzione assoluta tra la grandezza del Mistero e la piccolezza dell’uomo, richiama: «Renditi conto di ciò che farai». Non ci renderemo mai pienamente conto del grande Mistero che è posto nelle nostre mani, tuttavia siamo chiamati ad una continua tensione di perfezione morale, per vivere «il Mistero che è posto nelle nostre mani» ed essere «imitatori di Cristo».

È questa la straordinaria ed irriducibile novità quotidiana del Sacerdozio: il Mistero si è posto nelle nostre mani! Il Signore del tempo e della storia, Colui che ha fatto tutte le cose, dal Quale veniamo e verso il Quale andiamo, l’Autore della vita, rende alcune Sue povere creature, partecipi della propria potestà salvifica, consegnandosi totalmente, come inerme Agnello immolato, nelle loro mani. Questa consegna non diventi mai un tradimento! Mantenga desta la consapevolezza dell’abbraccio di predilezione di cui siamo stati fatti oggetto e ci conduca, anche e soprattutto nel tempo della prova, a ridire il nostro totale “sì”: un “sì” consapevole dei propri limiti, ma non bloccato da essi; un “sì” libero da ogni complesso di inferiorità; un “sì” cosciente della storia, ma mai intimidito di fronte ad essa; un “sì” che, da quello pronunciato dalla Beata Vergine Maria, nella casa di Nazareth, ha attraversato i secoli, divenendo attuale nei Santi e nell’oggi della nostra esistenza.

Un sacerdote che si renda conto di ciò che compie, conformando a Cristo la propria esistenza, vince il mondo! E tale vittoria è il vero “documento” della Risurrezione di Cristo. 

 

X Mauro Piacenza

Arciv. tit. di Vittoriana

Segretario

La Economía de la Revelación en la Lumen Gentium

luzPe. José Francisco Hernández Medina, EP

El objetivo pastoral fue, sin duda, la nota preeminente del Concilio Vaticano II. Tanto Juan XXIII (en el discurso en el que anunció el Concilio, el 25 de enero de 1959, pero sobre todo en el de apertura del Concilio, el 11 de octubre de 1966); como Pablo VI así lo declararon en diversas ocasiones. Su importancia se verá confirmada por las opciones concretas y por los hechos y actos que lo han marcado profundamente. En cierto sentido corresponde más que otros concilios a la estructura de la «historia de la salvación» (o de la revelación) por la cual incluso los «hechos y las palabras»  se llaman mutuamente.

Si bien que la Constitución Apostólica Gaudium et spes no trata directamente de la «economía de la salvación», si se refiere a la historia de la salvación, conceptos profundamente relacionados. La Gaudium et spes  se fija más en el momento presente, si bien recoge los momentos fundamentales de la historia de la salvación. En especial el momento de la creación en el que Dios manifestó – al tiempo que crea al hombre – su plan divino sobre la humanidad y su alianza con un pueblo[1].

1.1  Lumen Gentium

Según algunos teólogos, la Lumen Gentium es el «corazón del Concilio», si bien que la Dei Verbum es considerada, por alguna de estas corrientes como el documento más decisivo[2].

La Lumen Gentium está en el centro del Concilio y es una de las dos constituciones dogmáticas. Con la Dei Verbum toca el ápice de la autoridad magisterial.

Podemos dividir esta Constitución en cuatro grupos de capítulos. El primero sobre el misterio de la Iglesia, en su esencia y en el Pueblo de Dios. El segundo sobre la estructura la Iglesia: pastores y laicos. El tercero sobre el fin específico de la Iglesia: su misión, la santidad y la santificación del mundo así como los religiosos. El cuarto grupo, por fin,  sobre los santos y María; la fase final y eterna de la Iglesia[3].

1.1.1  Los Laicos

En dos momentos, utiliza esta constitución dogmática, le expresión que nos ocupa. Será en el capítulo cuatro, el específico de los laicos dentro de la Iglesia, en el apartado 36.

El Concilio considera la Iglesia más que bajo el aspecto jurídico u organizativo bajo el aspecto total de Pueblo de Dios dentro de la vocación universal a la santidad. Así, el Concilio profundizará más sobre la conciencia de ser Cuerpo Místico de Cristo, entrando en contacto con el mundo contemporáneo y con los diversos pueblos de la tierra, con una conciencia más orientada a la evangelización y a la salvación que Cristo le ha dado.

En este contexto, el Concilio muestra como los laicos son miembros del Pueblo de Dios y que tienen una presencia propia e insustituible, en la comunidad eclesial. La misión de la Iglesia se refleja y se expresa, también, en el estado laical. Teniendo la importancia que la constitución nos muestra, el laico está llamado a una colaboración de enorme alcance con la jerarquía, de la que no puede sustraerse. Sacramentalmente destinado, por el bautismo, a participar también él de los poderes de Cristo y de los carismas concedidos a toda la Iglesia, participa a su vez, por lo tanto, en la triple misión de Cristo, sacerdotal, profética y real.

El Concilio termina recordando que el seglar tiene la obligación de estar y de trabajar en el mundo, como el alma en el cuerpo. Siendo la Iglesia el Pueblo de Dios, escogido y llamado en medio del mundo por obra de Cristo, introduce en la realidad eclesial algo de dinámico. Este Pueblo tiene una vida en continua evolución. Es un camino fijado por Dios que va desarrollándose. Elegido y formado por Dios, por la revelación y los sacramentos, el Pueblo de Dios es, en medio del mundo, señal del Salvador; es como el sacramento de la salvación ofrecido a todos los hombres. Junto con el clero y los religiosos, los laicos entran a formar parte del Pueblo de Dios. Los laicos constituyen el Pueblo de Dios en aspectos y modalidades propias. Ellos se encajan dentro de la «economía de la salvación» de una manera clara y definida, inequívoca. Su misión como miembro del Pueblo de Dios, su colaboración en el plan salvífico de Cristo él las ejerce en la vida profana, en el siglo. Su eclesialidad el laico la vive en el mundo, no «ad extra» de la Iglesia, sino que ellos son la Iglesia en el mundo y actuando como tales[4].

Los derechos y deberes, como miembros de la Iglesia y como miembros de la sociedad humana, los seglares deben saberlos conjugar armónicamente, conscientes de los mismos y de su papel; pues en ningún momento de su vida en el siglo dejan de ser cristianos[5].

No podía dejar de tratar, el Concilio, sobre la relación del laico en la «economía de la salvación» dado el papel clave que en la Lumen Gentium se le otorga.

1.1.2  Oficio De La Santísima Virgen En La Economía
de La Salvación

En el capítulo VIII de la constitución, titulado La Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia, en su apartado II, se nos habla, precisamente, de su papel en la «economía de la salvación».

Nos dice la constitución que para realizar la redención, el Hijo de Dios «se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen»: por lo cual los cristianos deben honrar a María, Madre de Dios[6]. El Concilio quiere, debido al vínculo estrecho e indisoluble que tiene María, como predilecta del Padre, templo del Espíritu Santo y verdaderamente Madre, mostrar la función de la Santísima Virgen en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo Místico de Cristo.

En el párrafo 55 de la constitución se nos dice claramente que el papel de María como Madre del Redentor aparece en la historia de la salvación siempre más clara. Ella no fue instrumento pasivo, en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación del hombre con fe y obediencia totalmente libres. A su vez, Ella acompaña la obra de la redención desde la concepción virginal, a lo largo de su infancia y de su vida oculta. Sigue a Cristo en su vida pública, en las bodas de Cana hasta la Pasión. Formando parte del designio de Dios, se asoció con ánimo materno al sacrifico de Jesús. Unida a los apóstoles, implora con sus oraciones el don del Espíritu Santo y, finalizado el curso de su vida terrena, fue asunta al Cielo y es exaltada como Reina del universo[7].

La misión medianera de María, por disposición divina, nace de los méritos sobreabundantes de Cristo y se fundamenta en la mediación de Él. Ella, por designio divino, es el alma Madre del Redentor. Y cooperó de modo especialísimo a la obra del Salvador y fue para nosotros Madre en el orden de la gracia[8]. En la economía de la gracia[9]. A su maternidad divina debemos sumar, por lo tanto, su maternidad en el orden de la gracia para todos los hombres.

1.1.3  En la profecía

Dios preparó la venida del Salvador. Esta venida, revelada en los Libros Sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento, es la realización del plano divino para la salvación del hombre. En la interpretación que el Magisterio de la Iglesia hace de las Sagradas Escrituras, nos es presentada la figura de María como imagen de realce y de fundamental colaboración con la Redención. Ya en la caída de nuestros primeros padres, se nos presenta como la Mujer, antagonista de Eva, que, con su Hijo, contribuirá a la victoria sobre Satanás, representado en la serpiente tentadora. Isaías predice el Mesías: «Dios con nosotros» – «Emmanuel —, nacerá de una Virgen».

Los Profetas, los Salmos, los Libros sapienciales configuran el tipo humano, el alma pobre y humilde; simple y dócil a Dios, que acogerán al Redentor. Esta actitud espiritual tendrá en María su expresión más genuina. Es la personificación más perfecta de aquellos que esperan al Señor, y que en la figura de la Mujer prometida a nuestros primeros padres e íntimamente unida al Salvador, adquiere una importancia creciente en el plano de salvación.

1.1.4  En la Encarnación

Llegada la plenitud de los tiempos, continúa la constitución, Dios quiso que la predestinada Madre de su Hijo fuera partícipe, de forma eficaz, a la encarnación, con su «fiat», en su perfecto abandono a la voluntad divina, a la voluntad salvífica, en el momento del anuncio de Arcángel y con su actitud de humildad, obediencia y total consagración a la Persona y a la obra del Hijo de Dios, que se hace también su Hijo. Dios quiso de ella no un instrumento pasivo, sino una cooperación activa para la salvación del hombre, con fe y obediencia. Es por ello que ya los primeros Padres de la Iglesia la consideraron la nueva Eva. Antítesis de ésta, que con su obediencia a Dios cooperó a dar la vida al mundo. Por ello ella es «verdadera Madre de los vivientes». «La muerte por medio de Eva; la vida, por medio de María»: tal es el plano divino de salvación.

1.1.5  En la vida privada de Jesús

La unión de la Madre con el Hijo continúa en la obra de la redención. María no solo vive junto a Él y por ello es testimonio de lo que hace, sino que participa de sus sentimientos y participa de la obra de redención. Ella tiene parte en la santificación del Precursor, presenta Jesús a los Magos, lo presenta en el Templo; y presenta a su Hijo según aquel rito lleno de significado mesiánico, con la profecía de Simeón. Ella oye a su Hijo de doce años, en Jerusalén, anunciando su misión salvífica. Y en Nazaret, en el silencio y en la meditación de las palabras que oye y de las cosas que ve, es una guardiana celosa y dócil de la divina Voluntad[10].

1.1.6  En la vida pública

Con su intercesión, María aparece con un realce lleno de significado en el primer milagro de Jesús, en la primera manifestación pública del Hijo de Dios. Sobre Ella dirá el Señor -ante la exclamación de aquella mujer «Beata tu madre…» – «Bienaventurados aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la meten en práctica» (Lc. 11, 17), revelando su perfecta docilidad a Dios, que completa la grandeza moral de la Divina Maternidad.

Creciendo cada día en la fe y en la fidelidad a su Divino Hijo, llevará esa fidelidad al auge en la Pasión, asociándose con ánimo materno a los dolores de Él, consintiendo en la inmolación de la víctima que Ella había generado[11].

1.1.7  Después de la Resurrección

Su presencia en Pentecostés, como centro de la comunidad a la espera del cumplimiento de la promesa, «implora con su oración el don del Espíritu Santo», que completaría en la Iglesia lo que Ella había iniciado en la Anunciación.

Su vida terrena, iniciada con el privilegio de la Inmaculada, se concluye con su gloriosa Asunción al cielo, donde es «exaltada como Reina del universo». Es el fruto perfecto de la redención.

A lo largo de toda la vida de Jesús, María aparece vinculada indisolublemente a la obra de la redención de su Hijo, como confirma la Constitución conciliar sobre la Liturgia (art. 103)[12].

La obra salvífica de Jesús viene aplicada a la almas a lo largo de los siglos, por la Iglesia, realizando el designio divino de salvación. Así, María continua desarrollando, por voluntad divina, en la Iglesia la obra que realizó con Jesús.

1.1.8  Madre de la Iglesia

Las consideraciones formuladas por la Lumen Gentium sobre el papel de la Virgen María en la «economía de la salvación», fueron fundamento, entre otras razones, de la proclamación, al final del Concilio, por parte de Pablo VI, de María como Madre de la Iglesia. Efectivamente, el 21 de noviembre de 1964, el Papa Montini así se expresó:

La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que, desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal, se constituyo en cabeza de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como madre de cristo, es también, madre de la iglesia.

¿Por qué, María, es la Madre Espiritual perfecta de la Iglesia? Sin duda que, al ser María la Madre de Jesús, es su más íntima y fiel colaboradora en la «economía de la salvación». Habiendo colaborado en la Redención, el propio Cristo la proclamó Madre de Juan, en el Calvario, y, por lo tanto, de todos los hombres. Como nos lo ha mostrado clara y detalladamente la Lumen Gentium, en su capítulo octavo, María ha sido la colaboradora más cercana del Redentor en la aplicación del plan divino de salvación.

Esta proclamación que Pablo VI hizo, al final del Concilio, y con motivo de la promulgación de la Constitución «Lumen Gentium», de María como «Mater Ecclesiae» es, en realidad, una evidente maduración y un desarrollo fuerte y claro del movimiento de alma de toda la Iglesia, que ha marcado el último siglo. Así lo sintieron los padres conciliares y así lo sintió el propio Papa[13].

No en vano, los estudios marianos en los últimos siglos han ido en aumento, congresos marianos y mariológicos incluidos, contribuyendo a un incremento de la teología mariana que corresponde, precisamente, al papel que el Concilio Vaticano II ha mostrado que Dios ha dado a Su Madre en la «economía de la salvación».

Le queda, a la teología, ahora, el profundizar como dicha cooperación mariana se realiza y las consecuencias que de ella se derivan.

El papel que la Lumen Gentium atribuye a María, de una intervención real, eficaz y universal en el plano salvífico de Dios, no debe ser solo objeto de veneración sino que representa una actividad, una fuerza bajo la cual vivimos. Una realidad sin la cual no se vive ni se actúa en el orden sobrenatural. No podemos prescindir de Ella, pues nos opondríamos al plano divino de salvación. Es una devoción, como nos subraya el Concilio, «eclesial», inserida en el misterio de la Iglesia, en calidad de miembros de la Iglesia y que nos mueve a una mayor comprensión y entrega a Cristo y a profundizar en su «economía de la salvación».

HERNÁNDEZ MEDINA, José Francisco. La «Economía de la Salvación» Universidad Gregoriana – Facultad De Teología: Departamento de Teología Fundamental. 2009. p. 79-85.


[1] Cf C. Aparicio Valls, «La plenitud del Ser Humano en Cristo», Gregorianum Roma (1996), 202-207.

[2] Cf. L. Sartori, La «Lumen Gentium», Padova, 1994, 7.

[3] Cf. L. Sartori, La…, 21-30.

[4] Cf T.Goffi, Lumen Gentium, guida alla lettura della costituzione, Roma 1966, 119-125.

[5] Cf Lumen Gentium 36.

[6] Cf Lumen Gentium 52.

[7] Cf Lumen Gentium 55-59.

[8] Cf F. Franzi, Lumen Gentium, guida alla lettura della costituzione, Roma 1966, 224-228.

[9] Cf Lumen Gentium 60-62.

[10] Cf F. Franzi, Lumen Gentium…, 228-231.

[11] Cf Lumen Gentium 58.

[12] Cf F. Franzi, Lumen Gentium…, 232.

[13] Cf F. Franzi, Lumen Gentium…, 240.

La fenomenología católica de Santa Teresa Benedicta

Teresa Benedita Cruz

Diác. Diego Cubides Umba, EP

Con su fenomenología católica Santa Teresa Benedicta nos enseña la necesidad de una metafísica que considere todo pensamiento en función de Dios. La crisis actual es fruto de una sabiduría humana separada enteramente del Ser Absoluto, llevando al hombre a una vida sin sentido, en la cual prima lo efímero, lo espontáneo, lo instintivo, más propio del género animal y no de una persona humana de naturaleza racional que antes de cualquier acción, ve, juzga y  por último actúa según las reglas de la ley moral, que no pueden ser alteradas por los caprichos o el egoísmo de las pasiones humanas.

Su obra es un llamado al estudio de la filosofía moderna con los criterios de la fe católica, rectificando el camino que los hombres tomaron desde el Renacimiento en sentido contrario.  La razón tiene un límite, éste no se puede transponer sin ayuda de la razón sobrenatural, que debe sujetarse humildemente a las verdades reveladas.

Por tanto la fe no se torna una enemiga de la razón sino por el contrario la preserva del error, proporcionando a la inteligencia nuevas luces para enriquecer el conocimiento, como lo hizo ella con la fenomenología de Husserl.

Éste es otro rasgo fundamental: el no tener objeciones a priori. Ella no despreció el patrimonio de la antigua filosofía para hacer algo nuevo, sino por el contrario, se valió de aquélla para hacer la confrontación con la filosofía moderna, mostrando lo positivo y lo negativo de la última. De esta manera le dio un nuevo sentido a la escolástica y depuró aquélla de sus errores.

La gran personalidad de nuestra santa – poco amiga de novedades-, restituyó  el primado que debe tener el Doctor Angélico en todo estudio filosófico, para que sea sólido y seguro. Como ella misma dice “las soluciones (del Aquinate) de sus  problemas llevan en su frente el sello de la verdad”.

Su Santidad el papa León XIII en su encíclica “AEterni Patris” (4- VIII- 1879), recomendó el estudio de Santo Tomás, para conocer las maquinaciones y las astucias de la falsa sabiduría; en Edith encontramos esa fuente segura para entender al santo y beber el agua íntegra y pura de la verdad.

La razón humana no puede quedar encerrada en el círculo de los fenómenos, de lo contrario ella no sería capaz de conocer a Dios. Ella nos muestra cómo esto conduciría al agnosticismo. Por tanto toda ciencia que sólo admita los fenómenos, sin relación alguna con el Ser Absoluto, lleva al ateísmo científico e histórico.

Ella valora mucho el sentimiento pero sujeto a la inteligencia, de lo contrario perturba la  recta ratio por la conmoción  desordenada que los sentidos exteriores pueden ejercer sobre la corporalidad, animalizando al hombre. De ahí el gran valor que da  a la virginidad, que en sentido contrario angeliza al hombre haciendo que prime lo espiritual sobre lo material. Si bien no tiene un tratado sobre ésta, su vida consagrada nos da testimonio de gran aprecio que tenía por ella y del dominio que ejerció sobre su cuerpo.

Su vocación encarnó el pensamiento de los papas  desde León XIII, San Pío X,  Juan Pablo II – que la declaró co-patrona de Europa-  y el actual pontífice Benedicto XVI.

El primero, ya mencionado, puso de relieve la necesidad del estudio de Santo Tomás.

San Pío X condenó los errores del modernismo en la Encíclica “Pascendi Dominici Gregis” (8- IX- 1907), señalando desvíos de la filosofía, contestados también por Edith.

Se identifica plenamente con el pensamiento personalista de S.S. Juan Pablo II, que realza el valor trascendente de la persona humana. Su encíclica “Fides et Ratio” es la aplicación de la unión entre razón natural y sobrenatural que hace sor Teresa Benedicta en el campo filosófico.

Su Santidad el papa Benedicto XVI continúa la línea de su predecesor acentuando la unión que debe existir entre la religión y la razón: los principios de fe y la recta razón rechazan toda forma de totalitarismo y violencia.

Martirizada por los nazis, alcanzó el cumplimiento del ofrecimiento hecho por su pueblo. Existencia que no fue consumida en vano y como decía Tertuliano: “sangre de mártires, semilla de cristianos”.

CUBIDES UMBA, Diego. La metafísica como sabiduría en el alma cristiana de Edith Stein. Universidad Pontificia Bolivariana – Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades. Licenciatura Canónica en Filosofía. Medellín, 2009. p. 91-104.

Convegno Teologico Internazionale “Fedeltà di Cristo, fedeltà del Sacerdote”

ConvegnoComunicazione sulla trasmissione internet del Convegno Teologico Internazionale “Fedeltà di Cristo, fedeltà del Sacerdote” – Roma, 11-12 marzo 2010

Si informa che il Convegno Teologico Internazionale “Fedeltà di Cristo, fedeltà del Sacerdote”, promosso dalla Congregazione per il Clero, che si svolgerà presso l’Aula Magna della Pontificia Università Lateranense, i giorni 11-12 marzo 2010, sarà trasmesso nel sito http://www.convegnoteologico.org/, dal quale sarà possibile seguire le singole Conferenze.

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Communiqué on the Internet transmission of the International Theological Convention “Faithfulness of Christ, Faithfulness of the Priest” – Rome, March 11-12, 2010

We would like to inform you that the International Theological Convention “Faithfulness of Christ, Faithfulness of the Priest”, promoted by the Congregation for the Clergy, to be held at the Aula Magna of the Pontifical Lateran University on March 11-12 2010, will be transmitted on the web page http://www.convegnoteologico.org/, on which it will be possible to follow proceedings of the various conferences.

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Communiqué à propos de la retransmission internet du Congrès Théologique International “Fidélité du Christ, fidélité du prêtre” – Rome, 11-12 mars 2010

Le Congrès Théologique International “Fidélité du Christ, fidélité du prêtre”, promu par la Congrégation pour le Clergé, qui se tiendra en l’Aula Magna de l’Université Pontificale du Latran, les 11 et 12 mars 2010, sera retransmis sur le site http://www.convegnoteologico.org/, où il sera possible de suivre toutes les conférences.

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Comunicação sobre a transmissão na internet do Congresso Teológico Internacional “Fidelidade de Cristo, fidelidade do Sacerdote” – Roma, 11-12 março 2010

Informamos que o Congresso Teológico Internacional “Fidelidade de Cristo, fidelidade do Sacerdote”, promovido pela Congregação para o Clero, que se realizará nos dias 11-12 de março próximo, na Sala Magna da Pontifícia Universidade Lateranense, será transmitido pelo site http://www.convegnoteologico.org/, através do qual será possível seguir todas as Conferências.

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Comunicación sobre la transmisión en internet del Congreso Teológico Internacional “Fidelidad de Cristo, fidelidad del Sacerdote” – Roma, 11-12 de marzo de 2010

Se informa que el Congreso Teológico Internacional “Fidelidad de Cristo, fidelidad del Sacerdote”, promovido por la Congregación para el Clero, que se desarrollará en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Lateranense, los días 11 y 12 de marzo de 2010, será transmitido en la página http://www.convegnoteologico.org/, donde se podrán seguir todas las conferencias.

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Inormation über die Übertragung der Internationalen Theologischen Tagung “Treue Christi, Treue des Priesters” – in Rom vom 11.-12. März 2010

Die Internazionale Theologische Tagung “Treue Christi, Treue des Priesters”, die von der Kongregation für den Klerus durchgeführt wird und in der Aula Magna der Päpstlichen Lateran-Universität vom 11.-12. März 2010 stattfindet, wird auf der Internetseite http://www.convegnoteologico.org/ übertragen. Man kann an den einzelnen Konferenzen auf diese Weise teilnehmen.

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Komunikat dotyczacy transmisji internetowej Miedyznarodowego Kongresu Teologicznego “Wiernosc Chrystusa, wiernosc Kaplana” – Rzym, 11-12 marzec 2010 rok.

Informuje sie, ze Miedyznarodowy Kongres Teologiczny “Wiernosc Chrystusa, wiernosc Kaplana”, zorganizowany przez Kongregacje ds. Duchowienstwa,  który odbedzie sie w Auli Magna Papieskiego Uniwersytetu Lateranskiego w dniach 11-12 marca 2010 roku, transmitowany bedzie na stronie internetowej  http://www.convegnoteologico.org/, gdzie moza bedzie sledzic wszystkie konferencje.

in: Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali http://www.pccs.va

O ensinamento da Suma Teológica nos Seminários

Corentin Le Grand[1] [2]

III. Teologia especulativa e teologia positiva[3]

Tomas AquinoTodo o ensinamento teológico deve recorrer à autoridade e à razão, cabendo-lhe um papel preponderante em nossos Seminários. É necessário oferecer aos alunos o entendimento das expressões e das fórmulas dogmáticas enquanto noções que os preenchem, mostrando-lhes que não há nas verdades propostas contradição evidente, mas que se harmonizam entre si, além de interrogar os princípios para chegar às conclusões que eles encerram, e deduzir as verdades umas a partir das outras: eis o objeto dos primeiros ensinamentos teológico. Ora, São Tomás tratou de tudo isso melhor que ninguém.

Encontramos o Doutor Angélico nos decretos dos Padres reunidos nos Concílios de Lyon, Viena, Florença, Trento, e do Vaticano, de tal forma que aos textos conciliares foram cedidos os mesmos termos da Suma Teológica. Quem, mais que São Tomás, tirou conclusões das verdades reveladas? Nós lhe devemos o maior número de corolários que constituem o ensinamento comum dos catecismos, quando tratam da Encarnação e da Eucaristia. Nenhum Doutor sistematizou como ele: a Teologia não visa, com efeito, atingir seu objeto, senão sub ratione Dei;[4] donde a melhor síntese será aquela que parte da noção verdadeira e suprema de Deus, e não a que considera todas as coisas relacionadas a qualquer problema específico, como por exemplo, a liberdade humana. Uma sistematização perfeita deverá remontar a Deus considerado em Si mesmo, ou a um mistério do Ser supremo, e não a Deus enquanto bem e fim último do homem, porque a noção de ser é anterior à de bem. E a ideia que origina a Suma é, precisamente, Deus enquanto tal.[5]

Porém a questão quid sit[6] supõe a questão an sit,[7] e esta se resolve, em Teologia, por via de autoridade. Isto quer dizer que o professor dará importância à Teologia positiva e, ao ensinar São Tomás, explorará o magnífico tesouro que ele oferece a esse ponto de vista. A Suma, conforme escreve Freppel, é como um reservatório onde o fluxo da tradição se despejou por um instante antes de retomar seu curso pelos tempos. Sagrada Escritura, pregação apostólica, apologistas cristãos, Padres da Igreja, concílios, teólogos; São Tomás resume tudo, e que resumo! [8]

Ele é, entre os autores da Idade Média, aquele que melhor aplicou os resultados da Teologia positiva à Teologia escolástica.[9]

Como não poderia deixar de ser, a Suma nasce da Bíblia. Desta forma, menciona todos os livros do Novo Testamento, mas somente dois da Antiga Lei, e mesmo assim curtos e pouco assinaláveis: Abdias e Sofonias. Em contrapartida, partes notáveis poderiam ser reconstruídas graças às citações, e algumas quase integralmente, como no caso de certos capítulos do Gênesis.

O mestre sabe bem que o sentido literal é o verdadeiro, e normalmente o único eficaz. Muitas vezes ele recorre à Tradição para a explicação de um texto, quando o sentido não aparece claro, e quem contestará a legitimidade do procedimento? Por vezes, é verdade, a passagem escriturística não comprova nem representa senão uma semelhança de palavras com a tese a ser demonstrada, ou é mesmo — e isto é mais grave, quando se trata de textos dogmáticos — mal interpretada. Mas grande número de textos que se adaptam de modo imperfeito à verdade teológica é extraído do Sed contra. Por outro lado, não exijamos dos teólogos da Idade Média a precisão da crítica moderna: a exemplo dos Padres, uma longa interpretação os satisfaz muitas vezes. E, ademais, poderemos reprovar o Santo Doutor por considerar [apenas] a Vulgata? Isso não o impede de notar, em um ou outro lugar e de vez em quando, certas particularidades hebraicas, de apelar para outras versões, de precisar ou discutir algumas expressões gregas. Nossos próprios manuais de teologia ainda têm alguns progressos a fazer quanto a esse ponto. Pertencerá, aliás, ao professor, suprir as lacunas, corrigir os erros, completar remetendo à Suma — cuja riqueza escriturística conhecemos —, de rejuvenescer a explicação de São Tomás pela crítica textual, por uma interpretação conforme as leis da hermenêutica e os dados da filologia.

Entretanto, a autoridade que fundamenta a doutrina sagrada é representada também pela Tradição. São Tomás recorre a ela, e com tanta frequência que as citações transformam a Suma num repertório sistemático de Patrologia. Conforme Leão XIII:

 Os ensinamentos dos Padres jaziam por todos os lados como membros esparsos de um grande corpo. São Tomás os reuniu, fortificou uns com outros, classificou numa ordem admirável, e, por fim, os desenvolveu tão bem que sua obra permanece para a Igreja católica, verdadeiramente única, tanto em sua força tutelaria como em beleza.[10]

Os dois primeiros séculos da literatura eclesiástica são raros na Suma, sem dúvida porque foram escritos em grego, e esta produção era menos conhecida na Idade Média. Numerosas obras da época, perdidas no tempo, viram a luz do dia apenas mais tarde. Dos Padres apostólicos, apenas Clemente de Roma é nomeado, e o mesmo se diga quanto aos apócrifos. Nada consta dos Apologistas. São relativamente poucas as citações de obras posteriores ao século VIII, talvez porque três ou quatro séculos parecessem a São Tomás uma antiguidade insuficiente: A seus olhos, os nomes mais consideráveis, são: Rabano Mauro, Anselmo, Bernardo e, mais que todos, Pedro Lombardo, o Mestre das Sentenças, que ele frequentemente utiliza sem o citar, sobretudo para a documentação patrística. Não o utilizaria da mesma maneira Alexandre de Hales?

Que abundância, em relação ao período intermediário! Ele interroga o Oriente e o Ocidente, os Padres e os Doutores; os símbolos e as definições dos concílios. Inicialmente Orígenes, Tertuliano e Cipriano; depois, após muito tempo, o pseudo-Dionísio e João Damasceno, Boécio, Gregório Magno e Isidoro de Sevilha. E, entre uns e outros, os ilustres representantes do mais brilhante período literário da História da Igreja: Atanásio, o primeiro dos polemistas, os quatro Doutores da Igreja grega e os quatro da latina, entre os quais Agostinho, que ensinou a toda a Idade Média. O bispo de Hipona é para o Doutor Angélico a grande autoridade teológica, tal como Aristóteles representa a da razão.

Ele chega ao ponto de usar apócrifos. Mas o inconveniente não é grave se a doutrina spuria e das supposititia[11] representa de alguma forma a doutrina tradicional da Igreja. Ele fundamenta o Dogma apenas na grande e larga Tradição, e que discernimento na escolha de suas autoridades! Os testemunhos invocados numa questão são os dos especialistas; assim, a propósito da Graça, Agostinho intervém cinquenta e quatro vezes, contra cinco de Gregório, quatro de Dionísio, três de João Damasceno, duas de Ambrósio e Jerônimo, uma de Rabano Mauro e de Anselmo. Para mais, não será a admirável habilidade e a consciência do Doutor Angélico na utilização dos textos? De uma leitura, ele retém a frase ou a fórmula que exprime de maneira concentrada a substância do livro.

Esta imensa erudição será durante longo tempo uma das grandes fontes da patrística, e nós veremos os grandes teólogos, como Durand,[12] adotar e transcrever as soluções e os textos propostos por São Tomás.

Trata-se, portanto, de saber aproveitar esse tesouro.

Foi bem observado que “a interpretação não deve estar à frente da informação, mas, ao contrário, ela deve segui-la da mesma forma como o trabalho crítico não pode prejulgar a obra dogmática”[13] e que “a Teologia positiva torna-se, assim, a base necessária da Teologia especulativa”.[14] Com efeito, dar a conhecer é um fato contingente e deve se fundamentar por meio de provas. Daí não se deduz que, apenas com os documentos, possamos reconstituir a Teologia na sua íntegra. Gardeil o demonstrou excelentemente em seus estudos sobre “A Reforma da Teologia Católica”,[15] ao propor o método dito regressivo. A tradição é o gênero de informação que esteve à frente das primeiras elaborações teológicas. Com o tempo, este método não se modificará essencialmente, e ninguém teve a ideia de estabelecer a Teologia sobre o terreno da informação documentária e crítica.

Por isso, não se trata de fundamentar a Teologia sobre a informação documentária e crítica, pois o documento não é mais que um vestígio inadequado, sempre posterior, da tradição viva; ele não é toda a tradição, nem consequentemente toda a Teologia: esta é mais abarcativa que aquela.

Ele[16] não se contentará mais com uma aquisição preguiçosa, nem em aprender São Tomás de cor ou querer resolver tudo através das fórmulas da Suma.

A verdade está no meio: nem reconstrução ao estilo de novidade, nem um domínio que dispense trabalhar, mas laboriosa revisão. Ora, a revisão supõe que se parta de algo já conhecido.

Colocar-se-á então de mãos dadas a Teologia positiva e a Teologia escolástica insistindo: o procedimento será aquele do fides quaerens intellectum.[17]

É praticamente certo que essas condições se realizarão no estudo da Suma, propondo no início do tratado, da questão, do artigo, a doutrina a ser estabelecida; determinando seu valor teológico, explicando filosoficamente, e então, somente nessa altura, lançando o olhar sobre os textos citados por São Tomás. Colocaremos estes testemunhos em seu contexto, faremos a crítica textual e literária, esclarecê-los-emos por todos os meios possíveis e aproximá-los-emos de outras fórmulas do mesmo autor ou de autores diferentes, completando-os.

Por vezes, será suficiente estudar desta forma um só Padre, seja porque ele fala em nome de todos, como Agostinho na querela dos Rebatizados, seja porque representa a primeira autoridade para a questão debatida, como o mesmo Agostinho no tratado da Graça. Outras vezes, os textos propostos por São Tomás servirão como pedras angulares, às quais se juntarão outros testemunhos mais antigos ou recentes. Sempre se evitará justapor, sem explicação ou conexão, os textos tomados ao acaso, as fastidiosas lidainhas que não oferecem outro interesse que o de sobrecarregar inutilmente a memória do aluno… a menos, e isso é mais simples, que ele não fique sem os ler.

Entretanto, São Tomás não é somente rico pelo passado; ele é também, de alguma forma, um “grande do porvir”. Por que não comparar sua doutrina à dos teólogos posteriores, aos Cânones conciliares e às Atas eclesiásticas, que nele se inspiraram frequentemente, ou tomaram emprestada sua letra? Escrevia Pio X:

 A Suma comentada torna mais fácil a compreensão e a ilustração dos decretos solenes, da Igreja enquanto docente e dos atos que daí decorrem. Pois, após a bem-aventurada partida do Santo Doutor, nenhum Concílio houve na Igreja no qual não ele não se fizesse presente com as riquezas de sua doutrina.[18]

O professor tomista deverá, então, ao ensinar a Suma, mostrar como essa obra é precisamente o “resumo” da doutrina tradicional da Igreja, tomada sobre o claro pensamento dos Padres e exposta com a razão teológica, e como as decisões doutrinárias posteriores vivem das conclusões teológicas formuladas pelo Doutor Angélico. Assim, nós teremos uma pequena síntese do pensamento da Igreja, na qual a Suma Teológica terá um papel fundamental. É o caminho que unirá as Teologias positiva e escolástica numa só ciência, como na realidade o são, pois não parece possível separá-las. A doutrina da Igreja é uma só, sempre viva e vivificante.

Tradução do Prof. José Manuel Victorino de Andrade (IFAT)

 


[1] Tradução a partir do original francês. LE GRAND, Corentin. l’Enseignement de la Somme Théologique dans les Séminaires. Paris : Pierre Téqui, 1922. p. 35-43. (Première question : III Théologie spéculative et théologie positive).

[2] Provincial de Saint-Denis (Convento de Kermabeuzen-Quimper), Doutor em Teologia e Filosofia pela Academia de São Tomás e professor de Teologia Dogmática no Seminário de Quimper.

[3] Cf. O artigo de Coconnier, Positive ou spéculative, na Revue Thomiste, Janeiro 1903, p. 629-653, assim como os artigos de Legendre, sobre a Suma Teológica, na Revue des Facultés catholiques.

[4] [Nota do tradutor] “Omnia autem pertractantur in sacra doctrina sub ratione Dei: vel quia sunt ipse Deus; vel quia habent ordinem ad Deum, ut ad principium et finem” (S. Th. I, q. 1, a.7.). Na doutrina sagrada, tudo é tratado com referência a Deus: ou porque se trata do próprio Deus, ou porque está ordenado para Deus, como princípio e fim (tradução minha).

[5] R. P. GARRIGOU-LAGRANGE, De revelatione, I, p. 31.

[6] Quid sit Deus? O que é Deus? (tradução minha).

[7] An sit Deus? Acaso existe Deus? (tradução minha).

[8] Oeuvres, tome III, 3éme. Édition, p. 350.

[9] Cf. Os artigos de T. R. P. GARDEIL, La documentation de saint Thomas. Resposta a M. Turmel, na Revue Thomiste, Mai-Décembre 1904.

[10] Cf. Aeterni Patris. Na Encíclica encontra-se o seguinte texto: “Tomás coligiu suas doutrinas, como membros dispersos de um mesmo corpo; reuniu-as, classificou-as com admirável ordem, e de tal modo as enriqueceu, que tem sido considerado, com muita razão, como o próprio defensor e honra da Igreja” (n. 21).

[11] Doutrina “bastarda” ou ilegítima e das suposições ou conjeturas (tradução nossa).

[12] [Nota do tradutor] Guillaume Durand de Saint-Pourçain, dominicano francês, filósofo escolástico e teólogo, consultor de Clemente V e João XXII no Palácio Papal durante o exílio de Avignon e mais tarde bispo das Dioceses de Puy e Meaux. Conhecido como Doctor modernus, inaugurou o terceiro período da escolástica. Adotou muitas vezes o pensamento de São Tomás, embora também seja conhecido pelas críticas que lhe teceu. Os comentários às Sentenças de Pedro Lombardo constituem sua principal obra.

[13] Mignot, Lettres sur les études ecclésiastiques, p. 304.

[14] Idem.

[15] Revue Thomiste, Mars-Avril 1903, Idée d’une méthode régressive.

[16] [Nota do tradutor] O aluno.

[17] A Fé procurando o intelecto / o entendimento (tradução minha).

[18] Motu proprio Doctoris Angelici.