La Misa más bella de la historia

Es un hecho incontestable que el acontecimiento más importante de la historia es la Encarnación del Verbo. Diciendo “importante” se tiene la impresión de que no se dice todo, de tal manera estamos ante algo de una magnitud insuperable ¡Et Verbum caro factum est!
Se dice con razón que es Jesús quien celebró la primera Misa en el cenáculo, la víspera de su pasión, en lo que por su vez fue la última cena pascual del rito judío.
Ahora, al analizar la escena de la Anunciación, se constata que las etapas del misterio de la Encarnación siguen exactamente el esquema de una Misa.
Veamos cuánta afinidad, incluso cuanta identidad, hay entre la Anunciación y la Eucaristía:
•    El saludo
Dice San Lucas en su Evangelio que le ángel dijo a María “Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo”.
La Misa comienza con el saludo del Obispo (o del padre) a los fieles “El Señor esté con vosotros”.
•    La liturgia penitencial
El saludo angélico provoca en la Virgen una confusión profunda ¡tanta deferencia y elogio de un ángel a una niña! Ella se turbó.
En la Misa, los fieles son invitados a tener un corazón anonadado ante tanta bondad de la parte de Dios y tanta bajeza de la nuestra. Contrición, arrepentimiento.
•    La liturgia de la palabra
El ángel cumple junto a María la función de mensajero. No habla de sí, trasmite la Palabra de Dios. Ella escucha esa palabra antes de consentir y de recibirla en su carne.
En la Misa, los fieles deben saborear primero el banquete de la palabra y prepararse así para recibir el banquete eucarístico.
•    La homilía
Después de oír la Palabra le dice el ángel a la Virgen: No temas, porque has encontrado gracia, concebirás en tu seno y darás a luz (…). María se preguntó ¿Cómo sucederá esto? Es la Virgen prudente que quiere saber más.
Así nosotros en la Misa debemos preguntarnos ¿cómo esta Palabra se va a cumplir en mi vida? La prédica actualiza la palabra y hecha luz.
•    Las epíclesis
Dijo el ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Es por el Espíritu Santo que se opera la Encarnación.
En la Misa es igualmente por el Espíritu Santo que el pan y el vino se transubstancian y que los fieles forman una sola Iglesia santa. Dice la Plegaria Eucarística nº 2: “Santifica estas ofrendas por la efusión de tu Espíritu”. Y en otra parte: “Te pedimos humildemente (…) que seamos congregados por el Espíritu Santo en un solo cuerpo”. Por su parte la Plegaria Eucarística nº 3 reza “Te suplicamos que consagres las ofrendas que te presentamos, santifícalas con tu Espíritu, de manera que sean Cuerpo y Sangre (…).
•    La comunión
Dice María “He aquí la esclava del Señor, que se haga en mi según tu palabra”. El “fiat” de María atrae a Dios a sus entrañas, y ella “comulga”.
El “amén” de los comulgantes es el acto de fe y de entusiasmo profesado que antecede a la comunión. El mismo Jesús se hace presente bajo las sagradas especies. El misterio de la Encarnación se consuma perfectamente en la comunión.
•    El envío
“Y el ángel la dejó”. Es la hora del envío y de la misión (Misa=misión). Y María se pone en camino para visitar a su prima Isabel llevando en sus entrañas a su Hijo y Señor.
Lo mismo deben de hacer los fieles al concluir la Misa y dejar el recinto santo.

¿No se podrá decir que la Anunciación fue la primera y las más bella Misa de la historia?

Cuando se piensa…

Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.

 Hugo Wast, novelista y político argentino cuyo verdadero nombre era Gustavo Martínez Zuviría (1883-1963). Estudió leyes y economía política. En 1943 fue ministro de Justicia y de Educación pública, cargo que aceptó con la condición de que se introdujera la enseñanza religiosa en todas las escuelas. Escribió numerosas obras de literatura, muchas de ellas de carácter religioso.

Alegres y serenos

Para el Arzobispo de Lima, Cardenal Juan Luis Cipriani, una clave para que los presbíteros vivan el año sacerdotal  con fecundidad apostólica es esforzarse para espejar siempre en sus rostros serenidad y alegría, y nada de gestos adustos, fastidiados o molestos. Así lo expone en una breve y substanciosa carta a su clero publicada el pasado 21 de septiembre.
Es claro que este consejo sabio vale para toda una vida y no solo para un año jubilar. Se debe poner en práctica en toda ocasión: en la celebración de la Santa Misa y de los sacramentos, en el despacho, en el trato con todos. Hasta en nuestro comportamiento estrictamente privado, cuando estamos solos en el interior de nuestro aposento… aunque nunca estamos solos, pues somos “espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres” (1 Cor. 4,9). Todo hombre, cuánto más un ministro del Señor.
¿Y Cómo no estar alegres y bien dispuestos sabiéndonos hijos de Dios, herederos de su gloria y, por el sacramento del Orden Sagrado, partícipes del único sacerdocio de Cristo?
El mundo de hoy necesita de testigos más que de maestros, de ejemplos, más que de directrices. La alegría a que nos insta el apóstol San Pablo en su carta “Alégrense siempre en el Señor, les repito, alégrense (…)”  (Filipenses 4, 4) es lo que hace atractiva y creíble la opción cristiana de vida. De esa vida está ávida la humanidad, a todo momento solicitada, casi se diría agredida, por modelos y caminos mentirosos, extravagantes o frenéticos que hacen de los hombres cada vez más egoístas, más tensos y más huraños. Menos alegres y serenos.

“¡Que mejor promoción vocacional que un sacerdote alegre!”, escribe el Cardenal arzobispo de Lima

Lima (Miércoles, 23-09-2009, Gaudium Press) “No olvidemos que muchas veces los fieles se acercarán con mayor devoción y confianza cuando nos ven serenos y alegres, [cuando ven] que transmitimos la paz que Cristo pone en nuestros corazones” ha escrito el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima, en carta dirigida al clero de su diócesis con motivo del Año Sacerdotal el pasado 21 de septiembre.

La alegría, que debe ser un signo distintivo de la vida sacerdotal, debe manifestarse en la predicación, en la celebración eucarística, en el trabajo burocrático, y en el sacramento de la confesión, expresó el purpurado.

El rostro alegre de un sacerdote -que se constituye en la mejor promoción vocacional, según Mons. Cipriani- no es sino la manifestación de la paz y la alegría del propio Cristo: “Quien nos oye, quien nos ve, debe “oír y ver” al mismo Cristo pleno de alegría y de paz. Debemos contagiar a los demás ese gozo interior que es fruto de una lucha seria y constante por parecernos a Él”, afirmó.

El Cardenal pidió a sus presbíteros que este año sacerdotal sea marcado por una renovada lucha en pos de la santidad y que sea la ocasión para hacer propósitos de conversión personal serios, y constantes, reflejo profundo de su ser en Cristo.

Finalmente, el Cardenal Cipriani comunica a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis de Lima que ha conformado una comisión para que los presbíteros puedan participar en la clausura del Año Sacerdotal que se efectuará entre el 09 y el 11 de Junio de 2010, respondiendo así a la invitación realizada por Benedicto XVI al clero de todo el mundo.

Para conocer el documento íntegro: www.arzobispadodelima.org

Hoje, São Pio de Pietrelchina


Apesar das debilidades corporais, o São  Pio de Pietrelcina nunca admitiu descanso durante o carregamento de sua cruz. Enfraquecido corporalmente, era dotado de grande força espiritual, concedida abundantemente por Deus. Assim fortalecido, exercia seu ministério sacerdotal sem demonstrar fadiga ou tédio, e então, “abrasado pelo amor de Deus e do próximo, o Padre Pio viveu em plenitude a vocação de contribuir para a redenção do homem, segundo a missão especial que caracterizou toda a sua vida e que ele cumpriu através da direcção espiritual dos fiéis, da reconciliação sacramental dos penitentes e da celebração da Eucaristia“. Durante a celebração da Missa, “os fiéis, que nela participavam, pressentiam o ponto mais alto e a plenitude da sua espiritualidade“. A seguir está transcrita a biografia do santo membro da família franciscana, apresentada no site da Santa Sé.

«Quanto a mim,
Deus me livre de me gloriar
a não ser na Cruz de Nosso Senhor Jesus Cristo» (Gál 6, 14)

Tal como o apóstolo Paulo, o Padre Pio de Pietrelcina colocou, no vértice da sua vida e do seu apostolado, a Cruz do seu Senhor como sua força, sabedoria e glória. Abrasado de amor por Jesus Cristo, com Ele se configurou imolando-se pela salvação do mundo. Foi tão generoso e perfeito no seguimento e imitação de Cristo Crucificado, que poderia ter dito: «Estou crucificado com Cristo; já não sou eu que vivo, é Cristo que vive em mim» (Gál 2, 19). E os tesouros de graça que Deus lhe concedera com singular abundância, dispensou-os ele incessantemente com o seu ministério, servindo os homens e mulheres que a ele acorriam em número sempre maior e gerando uma multidão de filhos e filhas espirituais.

Este digníssimo seguidor de S. Francisco de Assis nasceu no dia 25 de Maio de 1887 em Pietrelcina, na arquidiocese de Benevento, filho de Grazio Forgione e de Maria Giuseppa de Nunzio. Foi baptizado no dia seguinte, recebendo o nome de Francisco. Recebeu o sacramento do Crisma e a Primeira Comunhão, quando tinha 12 anos.

Aos 16 anos, no dia 6 de Janeiro de 1903, entrou no noviciado da Ordem dos Frades Menores Capuchinhos, em Morcone, tendo aí vestido o hábito franciscano no dia 22 do mesmo mês, e ficou a chamar-se Frei Pio. Terminado o ano de noviciado, fez a profissão dos votos simples e, no dia 27 de Janeiro de 1907, a dos votos solenes.

Depois da Ordenação Sacerdotal, recebida no dia 10 de Agosto de 1910 em Benevento, precisou de ficar com sua família até 1916, por motivos de saúde. Em Setembro desse ano de 1916, foi mandado para o convento de São Giovanni Rotondo, onde permaneceu até à morte.

Abrasado pelo amor de Deus e do próximo, o Padre Pio viveu em plenitude a vocação de contribuir para a redenção do homem, segundo a missão especial que caracterizou toda a sua vida e que ele cumpriu através da direcção espiritual dos fiéis, da reconciliação sacramental dos penitentes e da celebração da Eucaristia. O momento mais alto da sua actividade apostólica era aquele em que celebrava a Santa Missa. Os fiéis, que nela participavam, pressentiam o ponto mais alto e a plenitude da sua espiritualidade.

No campo da caridade social, esforçou-se por aliviar os sofrimentos e misérias de tantas famílias, principalmente com a fundação da «Casa Sollievo della Sofferenza» (Casa Alívio do Sofrimento), que foi inaugurada no dia 5 de Maio de 1956.

Para o Padre Pio, a fé era a vida: tudo desejava e tudo fazia à luz da fé. Empenhou-se assiduamente na oração. Passava o dia e grande parte da noite em colóquio com Deus. Dizia: «Nos livros, procuramos Deus; na oração, encontramo-Lo. A oração é a chave que abre o coração de Deus». A fé levou-o a aceitar sempre a vontade misteriosa de Deus.

Viveu imerso nas realidades sobrenaturais. Não só era o homem da esperança e da confiança total em Deus, mas, com as palavras e o exemplo, infundia estas virtudes em todos aqueles que se aproximavam dele.O amor de Deus inundava-o, saciando todos os seus anseios; a caridade era o princípio inspirador do seu dia: amar a Deus e fazê-Lo amar. A sua particular preocupação: crescer e fazer crescer na caridade.

A máxima expressão da sua caridade para com o próximo, ve-mo-la no acolhimento prestado por ele, durante mais de 50 anos, às inúmeras pessoas que acorriam ao seu ministério e ao seu confessionário, ao seu conselho e ao seu conforto. Parecia um assédio: procuravam-no na igreja, na sacristia, no convento. E ele prestava-se a todos, fazendo renascer a fé, espalhando a graça, iluminando. Mas, sobretudo nos pobres, atribulados e doentes, ele via a imagem de Cristo e a eles se entregava de modo especial.

Exerceu de modo exemplar a virtude da prudência; agia e aconselhava à luz de Deus.

O seu interesse era a glória de Deus e o bem das almas. A todos tratou com justiça, com lealdade e grande respeito.

Nele refulgiu a virtude da fortaleza. Bem cedo compreendeu que o seu caminho haveria de ser o da Cruz, e logo o aceitou com coragem e por amor. Durante muitos anos, experimentou os sofrimentos da alma. Ao longo de vários anos suportou, com serenidade admirável, as dores das suas chagas.

Quando o seu serviço sacerdotal esteve submetido a investigações, sofreu muito, mas aceitou tudo com profunda humildade e resignação. Frente a acusações injustificáveis e calúnias, permaneceu calado, sempre confiando no julgamento de Deus, dos seus superiores directos e de sua própria consciência.

Recorreu habitualmente à mortificação para conseguir a virtude da temperança, conforme o estilo franciscano. Era temperante na mentalidade e no modo de viver.

Consciente dos compromissos assumidos com a vida consagrada, observou com generosidade os votos professados. Foi obediente em tudo às ordens dos seus Superiores, mesmo quando eram gravosas. A sua obediência era sobrenatural na intenção, universal na extensão e integral no cumprimento. Exercitou o espírito de pobreza, com total desapego de si próprio, dos bens terrenos, das comodidades e das honrarias. Sempre teve uma grande predilecção pela virtude da castidade. O seu comportamento era, em todo o lado e para com todos, modesto.

Considerava-se sinceramente inútil, indigno dos dons de Deus, cheio de misérias e ao mesmo tempo de favores divinos. No meio de tanta admiração do mundo, ele repetia: «Quero ser apenas um pobre frade que reza».

Desde a juventude, a sua saúde não foi muito brilhante e, sobretudo nos últimos anos da sua vida, declinou rapidamente. A irmã morte levou-o, preparado e sereno, no dia 23 de Setembro de 1968; tinha ele 81 anos de idade. O seu funeral caracterizou-se por uma afluência absolutamente extraordinária de gente.

No dia 20 de Fevereiro de 1971, apenas três anos depois da morte do Padre Pio, Paulo VI, dirigindo-se aos Superiores da Ordem dos Capuchinhos, disse dele: «Olhai a fama que alcançou, quantos devotos do mundo inteiro se reúnem ao seu redor! Mas porquê? Por ser talvez um filósofo? Por ser um sábio? Por ter muitos meios à sua disposição? Não! Porque celebrava a Missa humildemente, confessava de manhã até à noite e era – como dizê-lo?! – a imagem impressa dos estigmas de Nosso Senhor. Era um homem de oração e de sofrimento».

Já gozava de larga fama de santidade durante a sua vida, devido às suas virtudes, ao seu espírito de oração, de sacrifício e de dedicação total ao bem das almas.

Nos anos que se seguiram à sua morte, a fama de santidade e de milagres foi crescendo cada vez mais, tornando-se um fenómeno eclesial, espalhado por todo o mundo e em todas as categorias de pessoas.

Assim Deus manifestava à Igreja a vontade de glorificar na terra o seu Servo fiel. Não tinha ainda passado muito tempo quando a Ordem dos Frades Menores Capuchinhos empreendeu os passos previstos na lei canónica para dar início à Causa de beatificação e canonização. Depois de tudo examinado, como manda o Motu proprio «Sanctitas Clarior», a Santa Sé concedeu o nihil obstat no dia 29 de Novembro de 1982. O Arcebispo de Manfredónia pôde assim proceder à introdução da Causa e à celebração do processo de averiguação (1983-1990). No dia 7 de Dezembro de 1990, a Congregação das Causas dos Santos reconheceu a sua validade jurídica. Ultimada a Positio, discutiu-se, como é costume, se o Servo de Deus tinha exercitado as virtudes em grau heróico. No dia 13 de Junho de 1997, realizou-se o Congresso Peculiar dos Consultores Teólogos, com resultado positivo. Na Sessão Ordinária de 21 de Outubro seguinte, tendo como Ponente da Causa o Ex.mo e Rev.mo D. Andrea Maria Erba, Bispo de Velletri-Segni, os Cardeais e Bispos reconheceram que o Padre Pio de Pietrelcina exercitou em grau heróico as virtudes teologais, cardeais e anexas.

No dia 18 de Dezembro de 1997, na presença do Papa João Paulo II foi promulgado o Decreto sobre a heroicidade das virtudes. Para a beatificação do Padre Pio, a Postulação apresentou ao Dicastério competente a cura da senhora Consiglia de Martino, de Salerno. Sobre o caso desenrolou-se o Processo canónico regular no Tribunal Eclesiástico da arquidiocese de Salerno-Campanha-Acerno, desde Julho de 1996 até Junho de 1997. Na Congregação das Causas dos Santos, realizou-se, no dia 30 de Abril de 1998, o exame da Consulta Médica e, no dia 22 de Junho do mesmo ano, o Congresso Peculiar dos Consultores Teólogos. No dia 20 de Outubro seguinte, reuniu-se no Vaticano a Congregação Ordinária dos Cardeais e Bispos, membros do Dicastério, e, no dia 21 de Dezembro de 1998, foi promulgado, na presença do Papa João Paulo II, o Decreto sobre o milagre.

No dia 2 de Maio de 1999, durante uma solene Celebração Eucarística na Praça de São Pedro, Sua Santidade João Paulo II, com sua autoridade apostólica, declarou Beato o Venerável Servo de Deus Pio de Pietrelcina, estabelecendo no dia 23 de Setembro a data da sua festa litúrgica.

Para a canonização do Beato Pio de Pietrelcina, a Postulação apresentou ao competente Dicastério o restabelecimento do pequeno Matteo Pio Collela de São Giovanni Rotondo. Sobre este caso foi elaborado um processo canónico no Tribunal Eclesiástico da arquidiocese de Manfredonia-Vieste, que decorren de 11 de Junho a 17 de Outubro de 2000. No dia 23 de Outubro de 2000, a documentação foi entregue à Congregação das Causas dos Santos. No dia 22 de Novembro de 2001 é aprovado, na Congregação das Causas dos Santos, o exame da Consulta Médica. No dia 11 de Dezembro de 2001, é julgado pelo Congresso Peculiar dos Consultores Teólogos e, no dia 18 do mesmo mês, pela Sessão Ordinária dos Cardeais e Bispos. No dia 20 de Dezembro, na presença do Papa João Paulo II, foi promulgado o Decreto sobre o milagre; no dia 26 de Fevereiro de 2002, foi publicado o Decreto sobre a sua canonização.

FONTE: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20020616_padre-pio_po.html

Retiro sacerdotal internacional

Em 2009, o Retiro Sacerdotal Internacional se realizará na ocasião do 150 aniversário de morte do Santo Cura d’Ars.

A sua organização está sob a presidência de Dom Bagnard, bispo da diocese de Belley-Ars (França).

O retiro será pregado por Sua Em.a Rev.ma, o Cardeal Christophe Schönborn (Arcebispo de Viena -Áustria)e traduzido simultâneamente.

O retiro começará no Domingo, dia 27 de setembro de 2009, às 19h, e terminará no sábado, dia 3 de outubro de 2009, às 14h, em Ars-sur-Formans 01480 França.

Mais informações no site do Retiro

Congresso Internacional de Sacerdotes, Roma, 9-11 de junho de 2010

No último 19 de junho, em ocasião da Festa do Sagrado Coração, do Dia Mundial de oração pela santificação dos sacerdotes e do 150º aniversário do “dies natalis” de Giovanni Maria Vianney, o Santo Patrono de todos os párocos do mundo, Sua Santidade Bento XVI, declarou o Ano Sacerdotal “como o tempo de promover o compromisso da renovação interior de todos os sacerdotes por um forte e incisivo testemunho evangélico no mundo de hoje”.

O Ano Sacerdotal concluir-se-á em Roma com o Congresso Internacional de Sacerdotes, cujo tema é “Fidelidade de Cristo, Fidelidade do Sacerdote”.

Momentos de oração, reflexão e troca culminarão com o encontro com a Sua Santidade na Praça São Pedro, e unir-se-ão com a experiência dos itinerários religioso-culturais pela Roma Cristã.

O evento, promovido pela Congregação para o Clero e com organização técnico-logística da Opera Romana Pellegrinaggi, dá continuidade aos precedentes Encontros Internacionais do Clero que, entre 1996 e 2004, aconteceram em Fátima (Portugal), Yamoussoukro (Costa do Marfim), Guadalupe (México), Nazaré, Belém e Jerusalém (Terra Santa), Roma (em ocasiao do Grande Jubileu de 2000) e, finalmente, em Malta.

A Opera Romana Pellegrinaggi espera ter o prazer de contar com a sua presença tembém neste congresso, confiante que caminhar juntos pela Roma Cristã tornará a mensagem e a experiência do Encontro mais fortes, significativas e profundas.

Mais informações

INDULGÊNCIAS POR OCASIÃO DO ANO SACERDOTAL

Como já foi anunciado, Bento XVI decidiu proclamar um especial Ano Sacerdotal por ocasião do 150º aniversário da morte do santo Cura d’Ars, João Maria Vianney, luminoso modelo de pastor, plenamente dedicado ao serviço do povo de Deus. Durante o Ano Sacerdotal, que terá início a 19 de Junho de 2009 e se concluirá a 19 de Junho de 2010, será concedido o dom de indulgências especiais, segundo o que está descrito no seguinte Decreto da Penitenciaria Apostólica.


PAENITENTIARIA APOSTOLICA

URBIS ET ORBIS

D E C R E T O

Serão enriquecidos com o dom de Sagradas Indulgências, particulares exercícios de piedade, a realizar-se durante o Ano Sacerdotal proclamado em honra de São João Maria Vianney.

Aproxima-se o dia no qual se comemorarão os 150 anos do piedoso trânsito para o céu de São João Maria Vianney, Cura d’Ars, que aqui na terra foi um admirável modelo de verdadeiro Pastor ao serviço do rebanho de Cristo.

Dado que o seu exemplo é adequado a estimular os fiéis e, principalmente, os sacerdotes a imitar as suas virtudes, o Sumo Pontífice Bento XVI estabeleceu que, para esta ocasião, de 19 de Junho de 2009 a 19 de Junho de 2010 seja celebrado em toda a Igreja um especial Ano Sacerdotal, durante o qual os sacerdotes se reforcem cada vez mais na fidelidade a Cristo com meditações piedosas, exercícios sagrados e outras obras oportunas.

Este período sagrado terá início com a solenidade do Sacratíssimo Coração de Jesus, dia de santificação sacerdotal, quando o Sumo Pontífice celebrará as Vésperas na presença das sagradas relíquias de São João Maria Vianney, trazidas a Roma pelo Excelentíssimo Bispo de Belley-Ars. O Beatíssimo Padre também concluirá o Ano Sacerdotal na Praça de São Pedro com os sacerdotes provenientes de todo o mundo, que renovarão a fidelidade a Cristo e o vínculo de fraternidade.

Os sacerdotes empenhem-se com orações e boas obras, em obter do Sumo e Eterno Sacerdote Cristo a graça de resplandecer com a Fé, a Esperança, a Caridade e outras virtudes, e mostrem com o comportamento de vida, mas também com o aspecto exterior, que estão a dedicar-se plenamente ao bem espiritual do povo; o que, sobre todas as outras coisas, a Igreja teve sempre a peito.

Para alcançar do melhor modo a finalidade desejada, beneficiará muito o dom das Sagradas Indulgências, que a Penitenciaria Apostólica, com o presente Decreto emanado em conformidade com a vontade do Augusto Pontífice, benignamente concede durante o Ano Sacerdotal:

A. Aos sacerdotes verdadeiramente arrependidos, que em qualquer dia devotamente recitarem pelo menos as Laudes matutinas ou as Vésperas diante do Santíssimo Sacramento, exposto à pública adoração ou reposto no tabernáculo e, a exemplo de São João Maria Vianney, se oferecerem com ânimo pronto e generoso à celebração dos sacramentos, sobretudo da Confissão, concede-se misericordiosamente em Deus a Indulgência plenária, que poderá inclusive ser aplicada aos irmãos defuntos como sufrágio; se, em conformidade com as disposições vigentes, se aproximarem da confissão sacramental e do Convívio eucarístico, e rezarem segundo as intenções do Sumo Pontífice.

Além disso, aos sacerdotes concede-se a Indulgência parcial, também aplicável aos irmãos defuntos, cada vez que recitarem devotamente orações devidamente aprovadas a fim de que conduzam uma vida santa e cumpram santamente os ofícios que lhes forem confiados.

B. A todos os fiéis verdadeiramente arrependidos que, na igreja ou no oratório, assistirem devotamente ao divino Sacrifício da Missa e oferecerem, pelos sacerdotes da Igreja, orações a Jesus Cristo, Sumo e Eterno Sacerdote, e qualquer obra boa realizada naquele dia, a fim de os santificar e plasmar segundo o Seu coração, concede-se a Indulgência plenária, contanto que tenham expiado os próprios pecados com a penitência sacramental e elevado orações segundo as intenções do Sumo Pontífice: nos dias em que se abre e se encerra o Ano Sacerdotal, no dia do 150º aniversário do trânsito piedoso de São João Maria Vianney, na primeira quinta-feira do mês ou em qualquer outro dia estabelecido pelos Ordinários dos lugares, para a utilidade dos fiéis.

Será muito oportuno que, nas igrejas catedrais e paroquiais, sejam os próprios sacerdotes prepostos ao cuidado pastoral a dirigir publicamente estes exercícios de piedade, a celebrar a Santa Missa e confessar os fiéis.

Aos idosos, doentes e a todos os que por motivos legítimos não puderem sair de casa, com o ânimo desapegado de qualquer pecado e com a intenção de cumprir, assim que possível, as três condições de costume, na própria casa ou onde estiverem a viver, concede-se de igual modo a Indulgência plenária se, nos dias acima determinados, recitarem orações pela santificação dos sacerdotes e oferecerem a Deus com confiança as doenças e as dificuldades da sua vida, por intermédio de Maria, Rainha dos Apóstolos.

Enfim, concede-se a Indulgência parcial a todos os fiéis todas as vezes que recitarem devotamente cinco Pai-Nossos, Ave-Marias e Glórias, ou outra oração devidamente aprovada, em honra do Sacratíssimo Coração de Jesus, a fim de obter que os sacerdotes se conservem em pureza e santidade de vida.

O presente Decreto é válido por toda a duração do Ano Sacerdotal. Não obstante qualquer disposição contrária.

Dado em Roma, na sede da Penitenciaria Apostólica, a 25 de Abril, festa de São Marcos Evangelista, do ano da Encarnação do Senhor de 2009.

James Francis Card. Stafford Penitenciário-Mor

GianfrancoGirotti,O.F.M.,Conv. Bispo Titular de Meta, Regente